/ jueves 18 de agosto de 2022

Carrereando la chuleta | El regreso a clases, la amenaza más grande

El regreso a clases asusta más que el Halloween, más que el mismísimo destripador, más que el señor del costal, más que la panza de muchos políticos cuando andan en la playa. Es una vergüenza que en un país tercermundista, como el nuestro (eso se oye mejor que país en evidente retroceso), nos demos lujos que ni el primer mundo se da.

¿Ya se dio a la tarea de revisar los libros y cuadernos de sus muchachos? Si no lo ha hecho mejor ahórrese la muina, porque se va a encontrar libros a medias, literal, sólo contestados a la mitad si no es que menos; cuadernos en donde sólo anotaron una que otra cosa; tareas y ejercicios sin revisar. ¿Entonces para qué demonios se gasta dinero del erario en imprimir chorromil libros que no ocupan? ¿Para qué compramos libros carísimos, en el caso de las escuelas privadas, para que los chamacos nomás tengan algo qué cargar? No es justo por donde le vea, ni por el gasto económico de los padres que en estas fechas ya andan empeñando hasta a la suegra, ni por el despilfarro de recursos naturales.

Qué lindo y hermoso sería que los libros fueran prestados, que nuestros hijos al pasar de grado utilizaran los libros que usaron uno, dos, tres, cuatro o cinco años antes. Libros bien cuidados, de consulta, que todo lo que hubiera que contestar se hiciera en los cuadernos, aunque nos constara una mínima cuota de recuperación, ¿le parecen 50 pesos al año? Para que llegado el momento en que tuvieran que cambiarse se hiciera sin costo extra. La misma cosa con los uniformes, es una grosería lo que se gasta porque los chamacos crecen, crecen y crecen, y dejan zapatos casi nuevos, pantalones casi nuevos, por que no mejor usamos el mismo sistema de “arrendamiento”, al menos como opción, o que las escuelas se vuelvan un núcleo de intercambio, digo, si se vuelven otras cosas que en nada ayudan a la educación, bien podrían poner su granito de arena organizando el intercambio de uniformes, aunque yo insisto en que no sirven para nada.

Imagine la maravilla que sería si en estos meses en lugar de lidiar con la gastritis de tanta preocupación, sólo tuviéramos que ocuparnos porque el chamaco tuviera hojas, no importa si son recicladas, usadas por un lado; si acaso unos lápices, unos colores, pero no listas interminables de libros carísimos, de cuadernos de una marca, de una forma, con montones de especificaciones, que si cocidos, que si de pasta dura, que si no sé qué, y entre más adornos, pos más cuestan.

Y es que no conforme con la presión económica está la presión social, ¡cómo no vas a hacer hasta lo imposible por cumplir cada caprichito de la escuela!, ¡si es por tu hijo!, ¡es por su educación!, ¡es porque no sea un donnadie como tú!, ¡es por su futuro! Y bajo esas amenazas, todos seguimos el jueguito sin chistar.

Señores legisladores, va un atento llamado, para ustedes el regreso a clases no implica dejar de comer bistec por un mes (pollo ya dejamos de comer desde hace mucho), pero para la mayor parte de la población, sí. Hagan verídico eso de la “educación gratuita”. ¿En serio creen que los uniformes hacen verse a todos iguales sin distingo de clases? Por supuesto que no, es sólo un enorme pretexto para gastar, gastar y gastar, así que no nos caería mal una reformita de escuela sin uniformes, como en los países de primer mundo, donde piden que los escuincles lleven su ropa más vieja para que no pase nada si la rompen, la ensucian o se arrastran por el piso.

¿Podría legislarse que las escuelas privadas tuvieran los libros suficientes para todos los alumnos y que sólo cobraran una renta mínima de uso? Bajo la consigna de que los niños se enseñen a cuidar. No veo por qué no. Lo mismo con los de texto gratuitos. Para qué demonios se tiran a la basura cada año miles y miles de libros de texto si bien podrían usarse dos, tres, cuatro ¡o cinco veces!

No estoy pidiendo imposibles, como el que la educación mejore y que los escuincles salgan de la primaria sabiendo leer, comprender y escribir textos correctamente o con un sentido lógico matemático que les va a servir en la vida, no, esa lucha ya la perdí ¿Ya vio las credenciales de la nueva secretaria de Educación federal? Mi maestra Conchita de tercero de primaria tenía más tablas que ella, pero bueno, no es eso lo que pido, lo que pido es que se dejen de hacer gastos absurdos en el nombre de la “educación”. ¿Es mucho pedir?

Comentarios a rgonzalez@diariodelsur.com.mx

El regreso a clases asusta más que el Halloween, más que el mismísimo destripador, más que el señor del costal, más que la panza de muchos políticos cuando andan en la playa. Es una vergüenza que en un país tercermundista, como el nuestro (eso se oye mejor que país en evidente retroceso), nos demos lujos que ni el primer mundo se da.

¿Ya se dio a la tarea de revisar los libros y cuadernos de sus muchachos? Si no lo ha hecho mejor ahórrese la muina, porque se va a encontrar libros a medias, literal, sólo contestados a la mitad si no es que menos; cuadernos en donde sólo anotaron una que otra cosa; tareas y ejercicios sin revisar. ¿Entonces para qué demonios se gasta dinero del erario en imprimir chorromil libros que no ocupan? ¿Para qué compramos libros carísimos, en el caso de las escuelas privadas, para que los chamacos nomás tengan algo qué cargar? No es justo por donde le vea, ni por el gasto económico de los padres que en estas fechas ya andan empeñando hasta a la suegra, ni por el despilfarro de recursos naturales.

Qué lindo y hermoso sería que los libros fueran prestados, que nuestros hijos al pasar de grado utilizaran los libros que usaron uno, dos, tres, cuatro o cinco años antes. Libros bien cuidados, de consulta, que todo lo que hubiera que contestar se hiciera en los cuadernos, aunque nos constara una mínima cuota de recuperación, ¿le parecen 50 pesos al año? Para que llegado el momento en que tuvieran que cambiarse se hiciera sin costo extra. La misma cosa con los uniformes, es una grosería lo que se gasta porque los chamacos crecen, crecen y crecen, y dejan zapatos casi nuevos, pantalones casi nuevos, por que no mejor usamos el mismo sistema de “arrendamiento”, al menos como opción, o que las escuelas se vuelvan un núcleo de intercambio, digo, si se vuelven otras cosas que en nada ayudan a la educación, bien podrían poner su granito de arena organizando el intercambio de uniformes, aunque yo insisto en que no sirven para nada.

Imagine la maravilla que sería si en estos meses en lugar de lidiar con la gastritis de tanta preocupación, sólo tuviéramos que ocuparnos porque el chamaco tuviera hojas, no importa si son recicladas, usadas por un lado; si acaso unos lápices, unos colores, pero no listas interminables de libros carísimos, de cuadernos de una marca, de una forma, con montones de especificaciones, que si cocidos, que si de pasta dura, que si no sé qué, y entre más adornos, pos más cuestan.

Y es que no conforme con la presión económica está la presión social, ¡cómo no vas a hacer hasta lo imposible por cumplir cada caprichito de la escuela!, ¡si es por tu hijo!, ¡es por su educación!, ¡es porque no sea un donnadie como tú!, ¡es por su futuro! Y bajo esas amenazas, todos seguimos el jueguito sin chistar.

Señores legisladores, va un atento llamado, para ustedes el regreso a clases no implica dejar de comer bistec por un mes (pollo ya dejamos de comer desde hace mucho), pero para la mayor parte de la población, sí. Hagan verídico eso de la “educación gratuita”. ¿En serio creen que los uniformes hacen verse a todos iguales sin distingo de clases? Por supuesto que no, es sólo un enorme pretexto para gastar, gastar y gastar, así que no nos caería mal una reformita de escuela sin uniformes, como en los países de primer mundo, donde piden que los escuincles lleven su ropa más vieja para que no pase nada si la rompen, la ensucian o se arrastran por el piso.

¿Podría legislarse que las escuelas privadas tuvieran los libros suficientes para todos los alumnos y que sólo cobraran una renta mínima de uso? Bajo la consigna de que los niños se enseñen a cuidar. No veo por qué no. Lo mismo con los de texto gratuitos. Para qué demonios se tiran a la basura cada año miles y miles de libros de texto si bien podrían usarse dos, tres, cuatro ¡o cinco veces!

No estoy pidiendo imposibles, como el que la educación mejore y que los escuincles salgan de la primaria sabiendo leer, comprender y escribir textos correctamente o con un sentido lógico matemático que les va a servir en la vida, no, esa lucha ya la perdí ¿Ya vio las credenciales de la nueva secretaria de Educación federal? Mi maestra Conchita de tercero de primaria tenía más tablas que ella, pero bueno, no es eso lo que pido, lo que pido es que se dejen de hacer gastos absurdos en el nombre de la “educación”. ¿Es mucho pedir?

Comentarios a rgonzalez@diariodelsur.com.mx

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