/ viernes 17 de diciembre de 2021

Carrereando la chuleta | No estirar la mano, cuesta


Iba a evitar hablar del tema migratorio porque pareciera que en esta ciudad no acontece otra cosa, pero la verdad es que es difícil ignorarlo cuando día a día salen con una nueva ocurrencia nuestros coterráneos provenientes de Haití.

Estamos en medio de la indignación por el terrible accidente del tráiler que transportaba principalmente guatemaltecos, estamos horrorizados y con justa razón, porque esas personas fueron víctimas de una mala condición en su país, víctimas de alguien quien les ofreció, a cambio de una muy buena cantidad de dinero, llegar a la tierra prometida (por supuesto iban a Estados Unidos, no crea que tenían ganas de convivir con nosotros), víctimas de los muchos miles de dólares que significa el tráfico de personas –porque eso es–, y finalmente (puede verse a todas luces), víctimas de las autoridades mexicanas que se hacen como borolas y que no fueron capaces de detectarlos y de evitar una desgracia.

Pero por otro lado, las actitudes contrarias a nuestras leyes, retadoras, y a veces hasta amedrentadoras de los migrantes haitianos que tenemos varados aquí, no es que nos tengan muy contentos. Imagine usted que un desconocido, por la razón que sea, llega y se apropia de su casa, comienza a modificarla y además cambia las formas de convivencia, ¿usted no se quedaría tan tranquilo, cierto?

Lo gracioso es que en realidad no es en México en donde quieren estar, este país se les atravesó en el camino, pero nos están pasando a torcer, porque como puede verse, nuestro gobierno no ha tenido la capacidad de actuar, como tampoco los gobiernos de sus países y por ello se vieron obligados a huir, del hambre, la violencia, la marginación y vaya usted a saber qué tantas cosas más.

¿Pero en serio es el paraíso allá?, obviamente no, pero todo se reduce en una palabra que en Latinoamérica (en general), y en nuestra región en particular brilla por su ausencia: oportunidad. Créame, si todos estos migrantes que tenemos varados en México, más los que andan transitando por las carreteras o vías del tren, tuvieran una mínima oportunidad en su país, dudo mucho que anduvieran haciendo esto. Ahora va la pregunta del millón ¿a quién le toca remediarlo? Obviamente a los gobiernos, pero es obvio también que no han sabido cómo hacerlo, y yo tampoco lo sé pero creo que mucho tendría que ver con dejar de catalogar a la gente como incapaz de salir adelante.

Le pongo un ejemplo, conocí a una señorita como de 17 años con una deficiencia visual no operable y por la que sólo tenía un 30% de la vista. Aquí en México, una vez que terminó la prepa se le consideró una discapacitada visual y punto. El punto era lo más grave, porque el punto implicaba que difícilmente podría seguir estudiando, sabemos que la mayor parte de las escuelas no tienen las condiciones ni los maestros están preparados para atender este tipo de necesidades; era casi imposible que pudiera trabajar, si los que no tienen discapacidad alguna pasan por un viacrucis antes de conseguir un trabajo más o menos decente, imagine alguien con esa problemática. En fin, le tocaba quedarse en casa a padecer su incapacidad, rogando porque hubiera alguien que la mantuviera.

Por cosas del destino esta joven terminó en Estados Unidos, de forma legal, aclaro; su mundo cambió por completo. Una asociación se hizo cargo de sus estudios, no de forma gratuita por supuesto, tenía que remunerar con horas de trabajo comunitario, lo cual además de mantenerla ocupada, la hacía sentirse bien, pero no se quedó ahí, buscó trabajo, ¡y lo encontró! Pese a su poca vista, había otras cosas que dominaba a la perfección, como el trato con la gente, era carismática, y entonces eso sólo pasó a ser un detalle, no el determinante de su vida.

Actualmente se puede pagar un departamento donde vivir sin carencias, estudia, trabaja, y tiene muchos planes por delante, allá jamás nadie le dijo “pobrecita busca quien te mantenga”. Aquí no era más que una impedida para todo. A eso me refiero, a que las discapacidades, la pobreza, no son el fin del ser humano, muchas veces todo lo que se pide es una oportunidad. Y a lo mejor mi cabeza anda como en Júpiter, pero yo creo que la situación de todos estos migrantes hubiera sido muy distinta si en lugar de decir “ay pobre”, alguien les enseñara cómo abrirse oportunidades, si en lugar de enseñarles a bloquear calles, carreteras, porque “pobrecitos son migrantes”, les enseñaran a respetar las leyes, a la gente de la ciudad en donde están, a hablar y escribir español, a encontrar eso que pueden hacer en bien de la sociedad que los está recibiendo de una u otra forma, y que encontraran en ello esa oportunidad que buscan, pero que nadie, nadie les va a regalar. Cuesta trabajo por supuesto.

¿Son migrantes? Sí. ¿Están en desventaja? Sí. ¿Eso les da derecho a violentar la vida de los demás? No. ¿Merecen una oportunidad? Sí. ¿Tendrían que buscarla sin pasar por encima de los derechos de los demás? Sí. ¿Están dispuestos a ello? La verdad, no lo sé. Nota cultural: esto también aplica para los ninis y muchos de los “pobres” de nuestro país, pero ya hablaremos de ellos.


Iba a evitar hablar del tema migratorio porque pareciera que en esta ciudad no acontece otra cosa, pero la verdad es que es difícil ignorarlo cuando día a día salen con una nueva ocurrencia nuestros coterráneos provenientes de Haití.

Estamos en medio de la indignación por el terrible accidente del tráiler que transportaba principalmente guatemaltecos, estamos horrorizados y con justa razón, porque esas personas fueron víctimas de una mala condición en su país, víctimas de alguien quien les ofreció, a cambio de una muy buena cantidad de dinero, llegar a la tierra prometida (por supuesto iban a Estados Unidos, no crea que tenían ganas de convivir con nosotros), víctimas de los muchos miles de dólares que significa el tráfico de personas –porque eso es–, y finalmente (puede verse a todas luces), víctimas de las autoridades mexicanas que se hacen como borolas y que no fueron capaces de detectarlos y de evitar una desgracia.

Pero por otro lado, las actitudes contrarias a nuestras leyes, retadoras, y a veces hasta amedrentadoras de los migrantes haitianos que tenemos varados aquí, no es que nos tengan muy contentos. Imagine usted que un desconocido, por la razón que sea, llega y se apropia de su casa, comienza a modificarla y además cambia las formas de convivencia, ¿usted no se quedaría tan tranquilo, cierto?

Lo gracioso es que en realidad no es en México en donde quieren estar, este país se les atravesó en el camino, pero nos están pasando a torcer, porque como puede verse, nuestro gobierno no ha tenido la capacidad de actuar, como tampoco los gobiernos de sus países y por ello se vieron obligados a huir, del hambre, la violencia, la marginación y vaya usted a saber qué tantas cosas más.

¿Pero en serio es el paraíso allá?, obviamente no, pero todo se reduce en una palabra que en Latinoamérica (en general), y en nuestra región en particular brilla por su ausencia: oportunidad. Créame, si todos estos migrantes que tenemos varados en México, más los que andan transitando por las carreteras o vías del tren, tuvieran una mínima oportunidad en su país, dudo mucho que anduvieran haciendo esto. Ahora va la pregunta del millón ¿a quién le toca remediarlo? Obviamente a los gobiernos, pero es obvio también que no han sabido cómo hacerlo, y yo tampoco lo sé pero creo que mucho tendría que ver con dejar de catalogar a la gente como incapaz de salir adelante.

Le pongo un ejemplo, conocí a una señorita como de 17 años con una deficiencia visual no operable y por la que sólo tenía un 30% de la vista. Aquí en México, una vez que terminó la prepa se le consideró una discapacitada visual y punto. El punto era lo más grave, porque el punto implicaba que difícilmente podría seguir estudiando, sabemos que la mayor parte de las escuelas no tienen las condiciones ni los maestros están preparados para atender este tipo de necesidades; era casi imposible que pudiera trabajar, si los que no tienen discapacidad alguna pasan por un viacrucis antes de conseguir un trabajo más o menos decente, imagine alguien con esa problemática. En fin, le tocaba quedarse en casa a padecer su incapacidad, rogando porque hubiera alguien que la mantuviera.

Por cosas del destino esta joven terminó en Estados Unidos, de forma legal, aclaro; su mundo cambió por completo. Una asociación se hizo cargo de sus estudios, no de forma gratuita por supuesto, tenía que remunerar con horas de trabajo comunitario, lo cual además de mantenerla ocupada, la hacía sentirse bien, pero no se quedó ahí, buscó trabajo, ¡y lo encontró! Pese a su poca vista, había otras cosas que dominaba a la perfección, como el trato con la gente, era carismática, y entonces eso sólo pasó a ser un detalle, no el determinante de su vida.

Actualmente se puede pagar un departamento donde vivir sin carencias, estudia, trabaja, y tiene muchos planes por delante, allá jamás nadie le dijo “pobrecita busca quien te mantenga”. Aquí no era más que una impedida para todo. A eso me refiero, a que las discapacidades, la pobreza, no son el fin del ser humano, muchas veces todo lo que se pide es una oportunidad. Y a lo mejor mi cabeza anda como en Júpiter, pero yo creo que la situación de todos estos migrantes hubiera sido muy distinta si en lugar de decir “ay pobre”, alguien les enseñara cómo abrirse oportunidades, si en lugar de enseñarles a bloquear calles, carreteras, porque “pobrecitos son migrantes”, les enseñaran a respetar las leyes, a la gente de la ciudad en donde están, a hablar y escribir español, a encontrar eso que pueden hacer en bien de la sociedad que los está recibiendo de una u otra forma, y que encontraran en ello esa oportunidad que buscan, pero que nadie, nadie les va a regalar. Cuesta trabajo por supuesto.

¿Son migrantes? Sí. ¿Están en desventaja? Sí. ¿Eso les da derecho a violentar la vida de los demás? No. ¿Merecen una oportunidad? Sí. ¿Tendrían que buscarla sin pasar por encima de los derechos de los demás? Sí. ¿Están dispuestos a ello? La verdad, no lo sé. Nota cultural: esto también aplica para los ninis y muchos de los “pobres” de nuestro país, pero ya hablaremos de ellos.