/ martes 19 de julio de 2022

Carrereando la chuleta | ¿Será qué estoy ruquito?


Ya ni las vacaciones son como antes. Recuerdo mis ansiados más de dos meses de ociosidad, sin tareas, sin levantarme temprano, sin tener que caminar, lo disfrutábamos al máximo porque sabíamos que pasado ese tiempo había que volverle a echar ganas a eso de ser niño o joven. Ahora a los chamacos que bien les irá tendrán unas cinco o seis semanas, a lo mucho, de vacaciones. ¿Qué harán con todo ese tiempo? Mucho me temo que exactamente lo mismo que hacen ahorita, es decir, en realidad los chamacos han comenzado a vivir en una permanente vacación.

Los dispositivos electrónicos han hecho que se detenga el tiempo y ya da igual si acaban de abrir el ojo, si están comiendo, si tienen tareas pendientes o si son las dos de la mañana, de todas formas están jugando, sin saber si afuera llueve o hace un calor de los demonios, a lo mucho van a interrumpir la partida para ir por un ventilador.

La escuela tampoco es que le importe mucho, al cabo ya dijo el presidente que no se puede reprobar a nadie, que así no haga absolutamente nada en todo el año escolar, el muchacho no merece un cinco o repetir el año, no, eso es atentar contra su estabilidad emocional y quien sabe qué otras retorcidas cosas que no han hecho más que aumentar la cantidad de haraganes en las aulas, y en sus casas.

Casi todos los de mi generación a los 16 ya trabajábamos, en lo que fuera, en mi caso, repartiendo pizzas; otros buscaban los lugares de comida rápida, o atendían alguna tienda, ventas… Ahora los trabajos escasean cada vez más, pero en cambio siempre habrá la opción de entrarle al narcomenudeo, ahí sí se gana bien y rápido, claro que no se ponen a pensar que también se puede uno morir mucho más rápido de lo imaginado y que con el grandioso negocito aumentan los índices de violencia, de inseguridad, y acabamos pagando los que ni vela tenemos en el entierro, empezando por sus familias.

¿Qué juventud estamos formando? No quieren trabajar, para qué si mamá y papá lo hacen y hasta en doble turno para que no les falte nada. No quieren estudiar, les da enteramente lo mismo, total, también pueden hacerse influencers, tiktokers, youtubers, o meterse en only fans y van a ganar en un día más de lo que la mayoría logra en un mes en una oficina después de haberse esforzado por años para obtener un título universitario.

No hay necesidad de esforzarse en lo más mínimo. Treinta años y aún viven en casa de los papás; antes a esa edad ya se tenían al menos dos chiquillos por mantener y había que trabajarle duro, que tampoco es el ideal o que fuera mejor, pero al menos nos teníamos que rascar con nuestras propias uñas. ¿Sabe cuántos buenos para nada viven de la pensión de sus padres o sus abuelos? Y sí, muchos además los tienen muriéndose de hambre y en condiciones deplorables a pesar de que se quedan con todo lo que les llega.

Puede ser que yo no entienda el mundo de ahora, puede ser que ya esté ruquito y las canas me ganen, pero honestamente no concibo a un joven en plena edad productiva, tanto física como intelectualmente, aplastado en un sillón durante cinco, seis o no sé cuántas horas jugando para… para… ¡Es el punto!, que no entiendo para qué. Comen, si bien va, disque se van a la escuela por unas horas y regresan a lo de siempre.

Dicen que menos mal que la pandemia nos agarró con médicos que se formaron en las generaciones pasadas, trabajadores, estudiosos, ambiciosos, tenaces; Dios nos agarre confesados si los ninis de ahora nos van a atender en unos años. Y por supuesto no se puede generalizar, no son todos, pero cada vez son más y eso ya es para preocuparse.

Las vacaciones serán cortas, pero ojalá las aprovechen los papás, no los hijos, justo para enseñarles que el mundo del esfuerzo, del trabajo, de la lectura, del análisis, el progreso, no es tan malo, todo lo contrario, porque así como les dejamos el mundo van a requerir de acciones urgentes, grandes, el reto es mayúsculo y lo van a tener que lograr sin control remoto en las manos, sin vidas que se recarguen, sin vistas panorámicas y sin eternas oportunidades. A ver cómo les va. Les agradeceré sus comentarios.

CORREO: rgonzalez@diariodelsur.com.mx


Ya ni las vacaciones son como antes. Recuerdo mis ansiados más de dos meses de ociosidad, sin tareas, sin levantarme temprano, sin tener que caminar, lo disfrutábamos al máximo porque sabíamos que pasado ese tiempo había que volverle a echar ganas a eso de ser niño o joven. Ahora a los chamacos que bien les irá tendrán unas cinco o seis semanas, a lo mucho, de vacaciones. ¿Qué harán con todo ese tiempo? Mucho me temo que exactamente lo mismo que hacen ahorita, es decir, en realidad los chamacos han comenzado a vivir en una permanente vacación.

Los dispositivos electrónicos han hecho que se detenga el tiempo y ya da igual si acaban de abrir el ojo, si están comiendo, si tienen tareas pendientes o si son las dos de la mañana, de todas formas están jugando, sin saber si afuera llueve o hace un calor de los demonios, a lo mucho van a interrumpir la partida para ir por un ventilador.

La escuela tampoco es que le importe mucho, al cabo ya dijo el presidente que no se puede reprobar a nadie, que así no haga absolutamente nada en todo el año escolar, el muchacho no merece un cinco o repetir el año, no, eso es atentar contra su estabilidad emocional y quien sabe qué otras retorcidas cosas que no han hecho más que aumentar la cantidad de haraganes en las aulas, y en sus casas.

Casi todos los de mi generación a los 16 ya trabajábamos, en lo que fuera, en mi caso, repartiendo pizzas; otros buscaban los lugares de comida rápida, o atendían alguna tienda, ventas… Ahora los trabajos escasean cada vez más, pero en cambio siempre habrá la opción de entrarle al narcomenudeo, ahí sí se gana bien y rápido, claro que no se ponen a pensar que también se puede uno morir mucho más rápido de lo imaginado y que con el grandioso negocito aumentan los índices de violencia, de inseguridad, y acabamos pagando los que ni vela tenemos en el entierro, empezando por sus familias.

¿Qué juventud estamos formando? No quieren trabajar, para qué si mamá y papá lo hacen y hasta en doble turno para que no les falte nada. No quieren estudiar, les da enteramente lo mismo, total, también pueden hacerse influencers, tiktokers, youtubers, o meterse en only fans y van a ganar en un día más de lo que la mayoría logra en un mes en una oficina después de haberse esforzado por años para obtener un título universitario.

No hay necesidad de esforzarse en lo más mínimo. Treinta años y aún viven en casa de los papás; antes a esa edad ya se tenían al menos dos chiquillos por mantener y había que trabajarle duro, que tampoco es el ideal o que fuera mejor, pero al menos nos teníamos que rascar con nuestras propias uñas. ¿Sabe cuántos buenos para nada viven de la pensión de sus padres o sus abuelos? Y sí, muchos además los tienen muriéndose de hambre y en condiciones deplorables a pesar de que se quedan con todo lo que les llega.

Puede ser que yo no entienda el mundo de ahora, puede ser que ya esté ruquito y las canas me ganen, pero honestamente no concibo a un joven en plena edad productiva, tanto física como intelectualmente, aplastado en un sillón durante cinco, seis o no sé cuántas horas jugando para… para… ¡Es el punto!, que no entiendo para qué. Comen, si bien va, disque se van a la escuela por unas horas y regresan a lo de siempre.

Dicen que menos mal que la pandemia nos agarró con médicos que se formaron en las generaciones pasadas, trabajadores, estudiosos, ambiciosos, tenaces; Dios nos agarre confesados si los ninis de ahora nos van a atender en unos años. Y por supuesto no se puede generalizar, no son todos, pero cada vez son más y eso ya es para preocuparse.

Las vacaciones serán cortas, pero ojalá las aprovechen los papás, no los hijos, justo para enseñarles que el mundo del esfuerzo, del trabajo, de la lectura, del análisis, el progreso, no es tan malo, todo lo contrario, porque así como les dejamos el mundo van a requerir de acciones urgentes, grandes, el reto es mayúsculo y lo van a tener que lograr sin control remoto en las manos, sin vidas que se recarguen, sin vistas panorámicas y sin eternas oportunidades. A ver cómo les va. Les agradeceré sus comentarios.

CORREO: rgonzalez@diariodelsur.com.mx