/ martes 20 de abril de 2021

Carrereando la Chuleta | Tenemos el corazón chamuscado


Medio país se está quemando, y no, no soy exagerado, huele a humo desde Sonora hasta Chiapas y esto es muy grave, más allá de que ardan la garganta y los ojos, de que a la ropa se le quite el olor a suavizante, o de que ya no veamos ni la casa de enfrente, nos estamos acabando lo poco de la Tierra que nos queda.

El noventa por ciento de los incendios forestales son provocados, bueno los de los lotes baldíos también, pero ahí lo que más se lamenta es todo lo que se va al ambiente, porque normalmente hay llantas, plásticos y otras cosas tóxicas; pero lo realmente preocupante son las hectáreas de bosque que año con año se pierden.

Soluciones hay, lo que no se ve por ningún lado es la voluntad. La voluntad de los legisladores a los que les va y les viene que nos estemos quedando sin recursos naturales, ¿sabe qué podrían hacer ellos para acabar con esto? Sí, podrían pagar un helicóptero y poner el agua, pero esa no es la solución, deberían de legislar para que, como en otros países (no tercermundistas por supuesto), por ley no se pueda construir en terrenos quemados y que antes fueron bosque, al menos no en cincuenta años. Le apuesto a que esto disminuiría en más de un 50 por ciento las endemoniadas quemazones. Pero claro, mientras las constructoras les sigan llenando los bolsillos y les donen una humilde casita en lo que dos años antes era un bosque, se dan por bien servidos.

Ya van a empezar las campañas, he ahí una buena propuesta, que el individuo o individua que le vaya a tocar a su puerta –por primera y última vez– al menos se entere de lo que es una propuesta seria, no las barrabasadas que luego andan prometiendo.

Después, estos incendios, como le decía, no bajan del dedo castigador de un dios, no señores, hay quien se alquila para prenderlos, y por supuesto que sería fácil dar con ellos, bueno, tan fácil como dar con asesinos, secuestradores, violadores, lo que no hay es la voluntad, ni las estrategias para hacerlo, nomás se hacen como Borolas mientras los índices delictivos, incluyendo éste, van a la alza, y a la alza, y a la alza, al menos en los números que tiene la gente en la calle, a la que ya le robaron, ya le desaparecieron a algún familiar, ya le quitaron su coche a mano armada, y un largo etcétera. Apelar a su conciencia o a que su abuelita los regañe, es por decir lo menos, absurdo, lo que tendría que funcionar es el sistema de justicia, ¿lo hace?, es duda seria.

Y finalmente llegamos a cada uno de nosotros, usted, yo, la vecina chismosa, el tendero, el mecánico. Uno, no hay que andar prendiendo fogatas en los bosques a lo menso. Dos, también cuenta echarle el cerillo a la basura en las calles y los terrenos. Tres: exigir, preocuparse, es decir, actuar, no nomás quejarse y maldecir el cambio climático, porque ese no se dio solito, todos cooperamos todos los días con nuestro kilo –que no grano– de arena.

Así las cosas, si puede, lleva a sus hijos y a sus nietos a los pocos bosques que quedan para que se den cuenta de lo que estamos matando y hagan mejor las cosas, hágalo, y usted mismo valore, porque de seguir así, dentro de pocas generaciones ya ni van a saber que es un árbol lleno de aves y cantos, y eso ennegrece el corazón.


Email: ronay.mx@gmail.com


Medio país se está quemando, y no, no soy exagerado, huele a humo desde Sonora hasta Chiapas y esto es muy grave, más allá de que ardan la garganta y los ojos, de que a la ropa se le quite el olor a suavizante, o de que ya no veamos ni la casa de enfrente, nos estamos acabando lo poco de la Tierra que nos queda.

El noventa por ciento de los incendios forestales son provocados, bueno los de los lotes baldíos también, pero ahí lo que más se lamenta es todo lo que se va al ambiente, porque normalmente hay llantas, plásticos y otras cosas tóxicas; pero lo realmente preocupante son las hectáreas de bosque que año con año se pierden.

Soluciones hay, lo que no se ve por ningún lado es la voluntad. La voluntad de los legisladores a los que les va y les viene que nos estemos quedando sin recursos naturales, ¿sabe qué podrían hacer ellos para acabar con esto? Sí, podrían pagar un helicóptero y poner el agua, pero esa no es la solución, deberían de legislar para que, como en otros países (no tercermundistas por supuesto), por ley no se pueda construir en terrenos quemados y que antes fueron bosque, al menos no en cincuenta años. Le apuesto a que esto disminuiría en más de un 50 por ciento las endemoniadas quemazones. Pero claro, mientras las constructoras les sigan llenando los bolsillos y les donen una humilde casita en lo que dos años antes era un bosque, se dan por bien servidos.

Ya van a empezar las campañas, he ahí una buena propuesta, que el individuo o individua que le vaya a tocar a su puerta –por primera y última vez– al menos se entere de lo que es una propuesta seria, no las barrabasadas que luego andan prometiendo.

Después, estos incendios, como le decía, no bajan del dedo castigador de un dios, no señores, hay quien se alquila para prenderlos, y por supuesto que sería fácil dar con ellos, bueno, tan fácil como dar con asesinos, secuestradores, violadores, lo que no hay es la voluntad, ni las estrategias para hacerlo, nomás se hacen como Borolas mientras los índices delictivos, incluyendo éste, van a la alza, y a la alza, y a la alza, al menos en los números que tiene la gente en la calle, a la que ya le robaron, ya le desaparecieron a algún familiar, ya le quitaron su coche a mano armada, y un largo etcétera. Apelar a su conciencia o a que su abuelita los regañe, es por decir lo menos, absurdo, lo que tendría que funcionar es el sistema de justicia, ¿lo hace?, es duda seria.

Y finalmente llegamos a cada uno de nosotros, usted, yo, la vecina chismosa, el tendero, el mecánico. Uno, no hay que andar prendiendo fogatas en los bosques a lo menso. Dos, también cuenta echarle el cerillo a la basura en las calles y los terrenos. Tres: exigir, preocuparse, es decir, actuar, no nomás quejarse y maldecir el cambio climático, porque ese no se dio solito, todos cooperamos todos los días con nuestro kilo –que no grano– de arena.

Así las cosas, si puede, lleva a sus hijos y a sus nietos a los pocos bosques que quedan para que se den cuenta de lo que estamos matando y hagan mejor las cosas, hágalo, y usted mismo valore, porque de seguir así, dentro de pocas generaciones ya ni van a saber que es un árbol lleno de aves y cantos, y eso ennegrece el corazón.


Email: ronay.mx@gmail.com