/ martes 3 de mayo de 2022

Carrereando la chuleta | Tenemos el paraíso e insistimos en vivir en el purgatorio con rumbo al infierno

Según el dicho “uno no es profeta en su propia tierra”. La verdad es que yo no estoy tan seguro de eso pero creo que sí hay algo de razón en esa expresión; el problema es que estamos tan acostumbrados a lo que tenemos alrededor, sea hombre, planta, animal o cosa, que ya no le tomamos importancia o perdemos la dimensión de lo valioso que es.

Por poner un banal ejemplo, tenemos plátanos machos a montones, nos lo comemos como nos comemos una torta, pero jamás imaginamos que puede ser un platillo codiciado por quienes lo han probado y que no lo encuentran en ningún lado, que podríamos exportar esa delicia a cualquier parte de la República y sería un éxito, como muchas otras cosas, pero para nosotros es un simple plátano que nos comemos en una buena cenaduría. Si no me cree, pregunte a cualquiera.

Ejemplos hay por montones, el queso; aunque suene trillado, el café; el mismo mango Ataulfo, créame, los mangos que llegan al resto del país no tienen nada que ver con las delicias que nos comemos acá, maduradas en el árbol.

Esta tierra está bendita y lejos de aprovecharla la estamos contaminando, abandonando, o las dos cosas, no por nada tenemos ahora rambután, una fruta oriental; ya se viene la guanábana, que también es medio especialita para crecer, y ¿sabe algo? Han descubierto que también es un excelente lugar para el anís; en realidad no se me ocurre qué no podría darse acá, porque tenemos desde zonas frías, hasta las que se refrescan con la brisa marina.

¿Será que alguien nos tiene que venir a decir o a recordar que somos sumamente afortunados y que no salimos de pobres, porque no queremos? Y ya sé no es tan simple como eso, que efectivamente tenemos los insumos pero no necesariamente la manera de transformarlos, por lo que nos quedamos apenas en el primer eslabón de la cadena y que es el más barato, porque nada tiene que ver a cómo acaban vendiendo el kilo de mango nuestros productores, o de cacao, y lo que cuesta ya procesado digamos un buen chocolate suizo, que en realidad ni es suizo, nació acá, como usted y como yo.

Cámaras empresariales, ¡despierten!, y ya que lo hagan, vayan a despertar a los gobernantes, para que, ya organizados no les quede más que apoyarlos, porque si están esperando a que sea otro quien venga a decir qué hacer o a ponerles las oportunidades en la puerta, de una vez les digo que eso no va a suceder y que vamos a seguir como a hasta ahora, y no sé usted pero yo ya me cansé.

Dicen que los lugares con mayores complicaciones son los más prósperos porque justo la gente se acostumbra a trabajar arduamente, a que nada le va a caer del cielo, o de un árbol, que el problema con los lugares maravillosos y paradisiacos como el nuestro es que nos dan todo, entonces aplicamos la ley del menor esfuerzo para todo. Que si tenemos hambre pues cortamos un mango, un mamey, un coco, y de morirnos, no nos morimos; hay agua, hay sol. ¿Por qué lugares tan áridos como Monterrey tienen una economía mucho, pero mucho más próspera? Porque ahí si les cuesta.

Tenemos el paraíso, vivamos en él, porque vamos directito al infierno. ¿O usted qué cree?

Agradezco sus comentarios a rgonzalez@diariodelsur.com.mx

Según el dicho “uno no es profeta en su propia tierra”. La verdad es que yo no estoy tan seguro de eso pero creo que sí hay algo de razón en esa expresión; el problema es que estamos tan acostumbrados a lo que tenemos alrededor, sea hombre, planta, animal o cosa, que ya no le tomamos importancia o perdemos la dimensión de lo valioso que es.

Por poner un banal ejemplo, tenemos plátanos machos a montones, nos lo comemos como nos comemos una torta, pero jamás imaginamos que puede ser un platillo codiciado por quienes lo han probado y que no lo encuentran en ningún lado, que podríamos exportar esa delicia a cualquier parte de la República y sería un éxito, como muchas otras cosas, pero para nosotros es un simple plátano que nos comemos en una buena cenaduría. Si no me cree, pregunte a cualquiera.

Ejemplos hay por montones, el queso; aunque suene trillado, el café; el mismo mango Ataulfo, créame, los mangos que llegan al resto del país no tienen nada que ver con las delicias que nos comemos acá, maduradas en el árbol.

Esta tierra está bendita y lejos de aprovecharla la estamos contaminando, abandonando, o las dos cosas, no por nada tenemos ahora rambután, una fruta oriental; ya se viene la guanábana, que también es medio especialita para crecer, y ¿sabe algo? Han descubierto que también es un excelente lugar para el anís; en realidad no se me ocurre qué no podría darse acá, porque tenemos desde zonas frías, hasta las que se refrescan con la brisa marina.

¿Será que alguien nos tiene que venir a decir o a recordar que somos sumamente afortunados y que no salimos de pobres, porque no queremos? Y ya sé no es tan simple como eso, que efectivamente tenemos los insumos pero no necesariamente la manera de transformarlos, por lo que nos quedamos apenas en el primer eslabón de la cadena y que es el más barato, porque nada tiene que ver a cómo acaban vendiendo el kilo de mango nuestros productores, o de cacao, y lo que cuesta ya procesado digamos un buen chocolate suizo, que en realidad ni es suizo, nació acá, como usted y como yo.

Cámaras empresariales, ¡despierten!, y ya que lo hagan, vayan a despertar a los gobernantes, para que, ya organizados no les quede más que apoyarlos, porque si están esperando a que sea otro quien venga a decir qué hacer o a ponerles las oportunidades en la puerta, de una vez les digo que eso no va a suceder y que vamos a seguir como a hasta ahora, y no sé usted pero yo ya me cansé.

Dicen que los lugares con mayores complicaciones son los más prósperos porque justo la gente se acostumbra a trabajar arduamente, a que nada le va a caer del cielo, o de un árbol, que el problema con los lugares maravillosos y paradisiacos como el nuestro es que nos dan todo, entonces aplicamos la ley del menor esfuerzo para todo. Que si tenemos hambre pues cortamos un mango, un mamey, un coco, y de morirnos, no nos morimos; hay agua, hay sol. ¿Por qué lugares tan áridos como Monterrey tienen una economía mucho, pero mucho más próspera? Porque ahí si les cuesta.

Tenemos el paraíso, vivamos en él, porque vamos directito al infierno. ¿O usted qué cree?

Agradezco sus comentarios a rgonzalez@diariodelsur.com.mx