/ martes 9 de febrero de 2021

Joyas chiapanecas | Actriz de telenovelas


Fenecía el siglo XX y yo, al igual que cerca de 400 pasajeros, según mis cálculos, esperaba ansioso en una sala del aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, a que me dieran la señal para abordar el Jumbo Jet 747, que me llevaría en vuelo directo a París.

De pronto, un grupo de personas llamó mi atención. Se trataba de una chica muy guapa, cuyo rostro no me era desconocido, seguida de un joven galán, con cara de espanto, y casi una veintena de fotógrafos, que no dejaban de tirar flashazos.

La joven se detuvo y pude mirarla bien. Era una artista de las telenovelas del Canal de las Estrellas, a quien jamás había visto actuar, pero sí sabía que el pueblo adoraba.

Con maestría, logró que los periodistas se mantuvieran a cierta distancia a cambio de responder a sus preguntas y para que las fotografías salieran bien.

Aunque era guapo, rubio y bronceado, su acompañante se escudaba detrás de la chica, quien explicó que se iba de viaje de luna de miel con su esposo, al que obligó a posar para las cámaras junto a ella.

Iba ataviada con un soberbio abrigo de visón que recordaba a las grandes divas de Hollywood. Sabía gesticular con maestría y a la menor provocación extendió la mano para que los fotógrafos pudieran capturar los destellos del gigantesco brillante de su anillo de compromiso.

Después de platicar un poco sobre sus planes a corto, mediano y largo plazo, la actriz dio por terminada la entrevista y los reporteros, que seguramente ya no tenían nada que preguntar, se fueron satisfechos.

Los recién casados también se marcharon a un rincón de la sala de espera y yo no volví a pensar en ellos ni siquiera cuando atravesé la primera clase para buscar mi asiento en la clase turista.

El vuelo fue muy largo, casi diez horas, y como había pedido que me colocaran en la ventanilla, para salir al pasillo tenía que brincar, literalmente, a un par de gordas sexagenarias que se la pasaban dormitando.

Cansado por el encierro, la mala postura y el hacinamiento, me sentí feliz cuando las azafatas anunciaron que en breves momentos aterrizaríamos, y pidieron que entregáramos a las demás asistentes de vuelo los adminículos que se nos habían prestado para el viaje.

Yo lo regresé todo menos una cobija, la que anduve paseando durante más de un mes por toda España, hasta que de regreso conseguí llevarla a mi casa de Tuxtla, en donde desapareció a manos de una empleada doméstica.

Me apresuré para ir al baño antes del aterrizaje, y cuando llegué había cola para entrar. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me di cuenta de que quien me antecedía era la actriz de telenovelas. Después de decirle que yo la había visto en la tele, como si adivinara mi suspicacia, me aclaró que sí, que ella y su flamante marido viajaban en la clase turista, pues preferían invertir el dinero de un boleto más caro en otra cosa. Me pareció razonable, pero cierta decepción me invadió cuando descubrí que en el aeropuerto de París no la reconocían ni los maleteros.


Facebook: Julio Domínguez Balboa

Instagram: @Gran_Duque_Julio

Twuitter: @hermosoduque

Correo: santapiedra@gmail.com



Fenecía el siglo XX y yo, al igual que cerca de 400 pasajeros, según mis cálculos, esperaba ansioso en una sala del aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, a que me dieran la señal para abordar el Jumbo Jet 747, que me llevaría en vuelo directo a París.

De pronto, un grupo de personas llamó mi atención. Se trataba de una chica muy guapa, cuyo rostro no me era desconocido, seguida de un joven galán, con cara de espanto, y casi una veintena de fotógrafos, que no dejaban de tirar flashazos.

La joven se detuvo y pude mirarla bien. Era una artista de las telenovelas del Canal de las Estrellas, a quien jamás había visto actuar, pero sí sabía que el pueblo adoraba.

Con maestría, logró que los periodistas se mantuvieran a cierta distancia a cambio de responder a sus preguntas y para que las fotografías salieran bien.

Aunque era guapo, rubio y bronceado, su acompañante se escudaba detrás de la chica, quien explicó que se iba de viaje de luna de miel con su esposo, al que obligó a posar para las cámaras junto a ella.

Iba ataviada con un soberbio abrigo de visón que recordaba a las grandes divas de Hollywood. Sabía gesticular con maestría y a la menor provocación extendió la mano para que los fotógrafos pudieran capturar los destellos del gigantesco brillante de su anillo de compromiso.

Después de platicar un poco sobre sus planes a corto, mediano y largo plazo, la actriz dio por terminada la entrevista y los reporteros, que seguramente ya no tenían nada que preguntar, se fueron satisfechos.

Los recién casados también se marcharon a un rincón de la sala de espera y yo no volví a pensar en ellos ni siquiera cuando atravesé la primera clase para buscar mi asiento en la clase turista.

El vuelo fue muy largo, casi diez horas, y como había pedido que me colocaran en la ventanilla, para salir al pasillo tenía que brincar, literalmente, a un par de gordas sexagenarias que se la pasaban dormitando.

Cansado por el encierro, la mala postura y el hacinamiento, me sentí feliz cuando las azafatas anunciaron que en breves momentos aterrizaríamos, y pidieron que entregáramos a las demás asistentes de vuelo los adminículos que se nos habían prestado para el viaje.

Yo lo regresé todo menos una cobija, la que anduve paseando durante más de un mes por toda España, hasta que de regreso conseguí llevarla a mi casa de Tuxtla, en donde desapareció a manos de una empleada doméstica.

Me apresuré para ir al baño antes del aterrizaje, y cuando llegué había cola para entrar. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me di cuenta de que quien me antecedía era la actriz de telenovelas. Después de decirle que yo la había visto en la tele, como si adivinara mi suspicacia, me aclaró que sí, que ella y su flamante marido viajaban en la clase turista, pues preferían invertir el dinero de un boleto más caro en otra cosa. Me pareció razonable, pero cierta decepción me invadió cuando descubrí que en el aeropuerto de París no la reconocían ni los maleteros.


Facebook: Julio Domínguez Balboa

Instagram: @Gran_Duque_Julio

Twuitter: @hermosoduque

Correo: santapiedra@gmail.com