/ miércoles 13 de junio de 2018

ENTRE TEJAS

En el 2010 apareció en las librerías de la Ciudad de Méxicoel libro Nadie acabará con los libros, una extensadisertación  presentada en forma de diálogos entre Umberto Ecoy Jean Claude Carriére.

Era aquella una época en que se discutía acaloradamente lainminente posibilidad, o no, de la desaparición del libro impreso,efecto de la avasalladora presencia de los soportes electrónicosque comenzaban a ser moneda corriente para los lectores;comenzábamos a leer desde las compus, las lap tops, las tabletasde lectura, entre otros dispositivos.

Los nostálgicos de aquel entonces opinaban que de ningunamanera ocurriría semejante suceso mientras que los de postura másvanguardista juraban que tarde o temprano habría de ocurrir. Y conlas evidencias de la vertiginosa velocidad con que se movían lascosas propias de la tecnología, todo parecía indicar que losresultados “demoscópicos” -término tan socorrido hoy en díaante el proceso electoral que nos inunda- inclinaban la balanzafavorable a los edificadores de los tiempos modernos. O inclusiveposmodernos, podría agregar un voluntarioso opinante.

Entre esos nostálgicos del libro impreso, con pretensionesbibliofílicas, me encontraba yo por supuesto. Lo cual me venía dedos vertientes claramente distinguibles en mi condición de segundageneración de impresor y con los logros que iba obteniendo con yauna década de editor en Entre Tejas. Pero además mi afición porlos libros como vehículo de cultura, como objeto cultural cuyolinaje proviene de aquella máquina prodigiosa que fue  la prensade Gutemberg, me tenía aferrado a una condición conservadora. Nome cabía entonces ni tampoco hoy ninguna duda respecto a que ellibro ha sido “uno de los instrumentos de la salvaguardia de lascivilización”, como hallé que dice Jean Claude Carriére en eltítulo al que hice referencia al principio de este texto y cuyarelectura me ha resultado sumamente gratificante en estos tiemposde mi actual autoexilio interior.

Pero el libro es además un objeto de arte en sí mismo ademásde un objeto cultural portentoso. En este sentido, el objetoartístico, he decir que a lo largo de mi vida he tenidooportunidad de disfrutar de incunables, de ediciones príncipe, delujosas ediciones encuadernadas maravillosamente por las manos deprodigiosos artífices en múltiples en exposiciones.

Las bibliotecas Burgoa en Oaxaca y la Palafoxiana en Puebla sonejemplos de lugares en que se encuentran algunos de esosmaravillosos libros de que hablo, lo mismo que códices medioevalesque podemos considerar también, pese a que son anteriores aGutemberg, dentro del concepto de libros buscados por loscoleccionistas. Existe una extensa bibliografía e historia delhallazgo y destino de todos ellos que podrían llenar anaqueles ykilómetros de libreros. Especialista en ello es precisamenteUmberto Eco.

Para citar tan sólo un ejemplo de uno de estos libros de quehablo, incunables, tuve oportunidad de apreciar uno de ellos: LasCrónicas de Nuremberg, publicado en 1493, y que se encuentraprecisamente en la célebre Biblioteca Palafoxiana.

Lo que se puede decir sobre las bondades y cualidades del libroimpreso, su forma, su estructura, la tipografía, las ilustracionesque van desde las placas en madera renacentistas que suplantaban elminucioso trabajo “miniaturista” e “iluminista” de losmonjes medievales hasta los grabados de estilo Nouveau presentadosen las ediciones de fines del siglo XIX y principios del XX tantoen Francia por Gallimard, como en España por la recordadaeditorial Proteo que impulsó el también gran escritor valencianoque fue Blasco Ibáñez.

Ese otro capítulo de la cultura que corre paralelo a lahistoria del libro y que es la fuente del mismo tanto como losautores, el trabajo editorial, es también un tema apasionante. Ala vez que mi reciente lectura de Nadie acabará con loslibros y en una suerte de abandono  recurrente de mi parteal hábito de regresar a la lectura de los libros que años atrásleímos y que esperan pacientes en los anaqueles de los libreros susiguiente oportunidad protagónica, me di a la tarea de tomar entremis manos para su lectura las Memorias de Carlos Barral (creador deeditorial Seix-Barral), de don Manuel Aguilar Muñoz (fundador deEditorial Aguilar), de Gastón Gallimard (Ediciones Gallimard,Fancia), o del mismo Víctor Díaz Canedo con su experiencia en lafundación del mexicano Fondo de Cultura Económica –sueñocristalizado de don Daniel Cossío Villegas-, lo cual me significóun enorme placer. El que a través de la lectura de esos títulostuve oportunidad  de hacer un recuento a través de laexperiencia de los editores más destacados del siglo XX sobre loque uno en su modesta actividad libresca en Chiapas, como editor,va logrando. Se trata de un ejercicio, como dice la sabiduríapopular, de subirse un enano sobre los hombros de gigantes…..paraatisbar mejor.

Si bien he formulado sumariamente mi afición por los libros ymi inquebrantable fe en que no desaparecerán de la faz de latierra, aún, ni por mucho tiempo, he de confesar que tránsfuga deaquellas viejas épocas y costumbres librescas, he ido cometiendoen los últimos tiempos incursiones cada vez más temerarias yprolongadas en el mundo de los e-book, y los resultados sonnuevamente sorprendentes para mí, un provinciano cuya niñez pasóen un remoto lugar llamado Comitán en el transcurso de lossetentas y ochentas, como quien halló la lámpara de Aladino y sele aparecieron los sortilegios menos imaginados. Me explicaré: Lasbibliotecas globales ponen a disposición de los lectores lo jamásimaginado. El mundo de la cultura y de la información se haensanchado hasta linderos inimaginables. Inclusive para comprartítulos que ya son inconseguibles en formato impreso, existen yaen formato electrónico. Puedo decir de mí que ahora soy unindividuo que considera que sin que desaparezca el libro impreso,las posibilidades de acceder a la multivariada lectura es másposible hoy con los avances del entorno tecnológico, lo cual mehubiera resultado inaceptable antaño cuando acudía acierta  librería de la Ciudad de México a comprarme esaventurosa defensa de los libros impresos que es Nadie acabarácon los libros.

entretejas1@hotmail.com

En el 2010 apareció en las librerías de la Ciudad de Méxicoel libro Nadie acabará con los libros, una extensadisertación  presentada en forma de diálogos entre Umberto Ecoy Jean Claude Carriére.

Era aquella una época en que se discutía acaloradamente lainminente posibilidad, o no, de la desaparición del libro impreso,efecto de la avasalladora presencia de los soportes electrónicosque comenzaban a ser moneda corriente para los lectores;comenzábamos a leer desde las compus, las lap tops, las tabletasde lectura, entre otros dispositivos.

Los nostálgicos de aquel entonces opinaban que de ningunamanera ocurriría semejante suceso mientras que los de postura másvanguardista juraban que tarde o temprano habría de ocurrir. Y conlas evidencias de la vertiginosa velocidad con que se movían lascosas propias de la tecnología, todo parecía indicar que losresultados “demoscópicos” -término tan socorrido hoy en díaante el proceso electoral que nos inunda- inclinaban la balanzafavorable a los edificadores de los tiempos modernos. O inclusiveposmodernos, podría agregar un voluntarioso opinante.

Entre esos nostálgicos del libro impreso, con pretensionesbibliofílicas, me encontraba yo por supuesto. Lo cual me venía dedos vertientes claramente distinguibles en mi condición de segundageneración de impresor y con los logros que iba obteniendo con yauna década de editor en Entre Tejas. Pero además mi afición porlos libros como vehículo de cultura, como objeto cultural cuyolinaje proviene de aquella máquina prodigiosa que fue  la prensade Gutemberg, me tenía aferrado a una condición conservadora. Nome cabía entonces ni tampoco hoy ninguna duda respecto a que ellibro ha sido “uno de los instrumentos de la salvaguardia de lascivilización”, como hallé que dice Jean Claude Carriére en eltítulo al que hice referencia al principio de este texto y cuyarelectura me ha resultado sumamente gratificante en estos tiemposde mi actual autoexilio interior.

Pero el libro es además un objeto de arte en sí mismo ademásde un objeto cultural portentoso. En este sentido, el objetoartístico, he decir que a lo largo de mi vida he tenidooportunidad de disfrutar de incunables, de ediciones príncipe, delujosas ediciones encuadernadas maravillosamente por las manos deprodigiosos artífices en múltiples en exposiciones.

Las bibliotecas Burgoa en Oaxaca y la Palafoxiana en Puebla sonejemplos de lugares en que se encuentran algunos de esosmaravillosos libros de que hablo, lo mismo que códices medioevalesque podemos considerar también, pese a que son anteriores aGutemberg, dentro del concepto de libros buscados por loscoleccionistas. Existe una extensa bibliografía e historia delhallazgo y destino de todos ellos que podrían llenar anaqueles ykilómetros de libreros. Especialista en ello es precisamenteUmberto Eco.

Para citar tan sólo un ejemplo de uno de estos libros de quehablo, incunables, tuve oportunidad de apreciar uno de ellos: LasCrónicas de Nuremberg, publicado en 1493, y que se encuentraprecisamente en la célebre Biblioteca Palafoxiana.

Lo que se puede decir sobre las bondades y cualidades del libroimpreso, su forma, su estructura, la tipografía, las ilustracionesque van desde las placas en madera renacentistas que suplantaban elminucioso trabajo “miniaturista” e “iluminista” de losmonjes medievales hasta los grabados de estilo Nouveau presentadosen las ediciones de fines del siglo XIX y principios del XX tantoen Francia por Gallimard, como en España por la recordadaeditorial Proteo que impulsó el también gran escritor valencianoque fue Blasco Ibáñez.

Ese otro capítulo de la cultura que corre paralelo a lahistoria del libro y que es la fuente del mismo tanto como losautores, el trabajo editorial, es también un tema apasionante. Ala vez que mi reciente lectura de Nadie acabará con loslibros y en una suerte de abandono  recurrente de mi parteal hábito de regresar a la lectura de los libros que años atrásleímos y que esperan pacientes en los anaqueles de los libreros susiguiente oportunidad protagónica, me di a la tarea de tomar entremis manos para su lectura las Memorias de Carlos Barral (creador deeditorial Seix-Barral), de don Manuel Aguilar Muñoz (fundador deEditorial Aguilar), de Gastón Gallimard (Ediciones Gallimard,Fancia), o del mismo Víctor Díaz Canedo con su experiencia en lafundación del mexicano Fondo de Cultura Económica –sueñocristalizado de don Daniel Cossío Villegas-, lo cual me significóun enorme placer. El que a través de la lectura de esos títulostuve oportunidad  de hacer un recuento a través de laexperiencia de los editores más destacados del siglo XX sobre loque uno en su modesta actividad libresca en Chiapas, como editor,va logrando. Se trata de un ejercicio, como dice la sabiduríapopular, de subirse un enano sobre los hombros de gigantes…..paraatisbar mejor.

Si bien he formulado sumariamente mi afición por los libros ymi inquebrantable fe en que no desaparecerán de la faz de latierra, aún, ni por mucho tiempo, he de confesar que tránsfuga deaquellas viejas épocas y costumbres librescas, he ido cometiendoen los últimos tiempos incursiones cada vez más temerarias yprolongadas en el mundo de los e-book, y los resultados sonnuevamente sorprendentes para mí, un provinciano cuya niñez pasóen un remoto lugar llamado Comitán en el transcurso de lossetentas y ochentas, como quien halló la lámpara de Aladino y sele aparecieron los sortilegios menos imaginados. Me explicaré: Lasbibliotecas globales ponen a disposición de los lectores lo jamásimaginado. El mundo de la cultura y de la información se haensanchado hasta linderos inimaginables. Inclusive para comprartítulos que ya son inconseguibles en formato impreso, existen yaen formato electrónico. Puedo decir de mí que ahora soy unindividuo que considera que sin que desaparezca el libro impreso,las posibilidades de acceder a la multivariada lectura es másposible hoy con los avances del entorno tecnológico, lo cual mehubiera resultado inaceptable antaño cuando acudía acierta  librería de la Ciudad de México a comprarme esaventurosa defensa de los libros impresos que es Nadie acabarácon los libros.

entretejas1@hotmail.com

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