/ jueves 13 de junio de 2019

Federico Nietzsche y Tomás Carrasquilla: La vida y lo humano

PIEDRA DE TOQUE

Para Marco Antonio Besares

Detrás de todo escritor hay un filósofo, parodiando a Samuel Taylor Coleridge cuando se refirió a los poetas. Nada más necesario hoy en día que armarse de filosofía para leer y entender a un narrador. Este método lo asume Jorge Alberto Naranjo para leer a Tomás Carrasquilla, desde varios escritos críticos que permean su obra narrativa. Toda la discusión anterior la precede una crítica a los decadentes, de la cual algo hemos traído a cuento en anteriores colaboraciones sobre don Tomás. Parte nuestro crítico invitado de una cita de la primera “Homilía” para iniciar sus planteamientos:

“Hoy se destapa todo, todo; si no se encuentra nada adentro, apedrean a los sacerdotes, queman el templo y se quedan tan frescos. Cabalmente que la pandilla de destapadores, lapidadores e incendiarios es lo más querido, lo más traído y llevado por todos los modernistas: gran amigo de ellos es el forajido máximo: el asesino de Dios: el patrón Nietzsche. ¿No será esto un contrasentido?”.

De inmediato Naranjo deslinda a Nietzsche de Mallarmé y arguye que filósofos como Thibaudet, Hyppolite, y sobre todoGillesDeleuze en “Nietzsche y la filosofía” y Pierre Klossowskyen “Nietzsche y el circulo vicioso” indican la distancia del filósofo alemán del nihilismo. Para centrar el análisis trae una cita larga, esencial de Nietzsche que condenso así:

“Aparte el hecho de ser un decadente, soy también todo lo contrario de un decadente. La prueba de ello es, entre otras cosas, la de que yo, instintivamente, elegí siempre los remedios justos contra las situaciones peores: mientras que el decadente elige siempre los remedios más nocivos para él……..Yo me curaba de mí mismo……yo he descubierto la vida, me he comprendido a mí mismo, he gustado todas las cosas buenas, aún las pequeñas, como no fácil que otros puedan gustarlas, y de mi voluntad de salud, de vida hice mi filosofía… No cree en la “desgracia” ni en la “culpa”; está bien consigo mismo y con los demás; sabe olvidar; está bastante fuerte para que todo deba realizarse con la mayor ventaja para él. Pues bien, yo soy lo contrario de un decadente, porque ahora me he descrito a mí mismo”.

Desde la crítica filosófica del nihilismo es posible entender la pregunta de don Tomás, pues “está llena de sentido”, advierte J. A. Naranjo. Y recuerda otra afirmación en relación al pensador alemán cuando en la primera “Homilía” escribió el novelista nacido entre las montañas paisas de Santo Domingo: “Cultivad, hermanos míos, otros campos más propicios; encaminad el espíritu hacia ideales más excelsos y el corazón a sentimientos más humanos, cantad la vida de la realidad, no la arbitraria de la convención; y ya que te mostráis tan discípulos de Zaratustra, entonad himnos al significado de la humanidad y a la alegría del cosmos; Buscad, sobre todo, formas más amplias, más sanas, más austeras. No os intime la región: el punto geográfico, y el medio, nada importan. Bajo accidentes regionales, provinciales, domésticos, puede encerrarse el universo; que toda nota humana que dé el artista, tendrá de ser épica y sintética, toda vez que el animal con espíritu es, Adán acá, el mismo Adán con diferentes modificaciones”. La lección bien la ha asimilado el colombiano de los últimos años del XIX y principios del XX: que no se use al pensador alemán “para despreciar, para entristecer, para “nihilizar” y aniquilar. Su predicación incita a enaltecer, a alegrar, a rehacer y llevar más lejos el fenómeno de la humanidad; su alumnado exige entonar himnos al significado de nuestra existencia -¡Oh Hombre! ¿Qué dice la profunda Medianoche?- odas jubilosos para un Cosmos cargado de inocente y ligera alegría”.

La palabra directa de Nietzsche es clave, por ello Jorge Alberto Naranjo va a los aforismos 36 y 37 de “El Eterno Retorno” para recordárnoslos:

“No viváis contemplativamente, esperando bienaventuranzas y gracias desconocidas, sino de modo que quisiéraisvivir otra vez y vivir del mismo modo eternamente. Nuestro deber se nos presenta en cada momento”. (los subrayados son míos).

“Tendencias principales: 1. Difundir el amor a la vida, a la vida propia en todas las formas. Todo lo que imagine un individuo debe valer para los demás, inaugurándose en este punto una nueva y gran tolerancia, por mucho que contraríe nuestros gustos, si el individuo realmente aumenta su propia vida. 2. Unirse para cambiarlo todo y a todo lo que trate de hacer sospechoso el valor de la vida: contra los tenebrosos, los descontentos, los melancólicos. ¡Prohibir su propagación! Pero nuestra enemistad debe ser un medio para aumentar nuestra alegría. ¡Reír, bromear, destruir sin amargura! Esta es nuestra guerra sin cuartel!

Esta vida… ¡tu vida eterna!”

En el ámbito colombiano estaban en el cerco de la polémica varios escritores, el amigo Maximiliano Grillo, Abel Farina y Víctor Manuel Londoño, entre otros, este no pasaba de ataques personales con “suficiencia cortesana” y agresiones distractoras de lo esencial de lo planteado por Carrasquilla en su “Homilía” 1, y Farina “fue hasta cruel en su réplica” a tal punto que el novelista se retuvo a publicar la segunda; animado por los directores de la revista “Alpha” evitaron que Carrasquilla dejará, por entonces, inédita la segunda. Y fue leída. Dos o tres lustros más tarde, cuenta Naranjo, Farina escribió algo contra las ideas estéticas de Carrasquilla y por esos años hasta hubo homenajes “de reparación” para el narrador y pensador antioqueño.



En la segunda “Homilía” don Tomás le escribe a Max Grillo respondiéndole a su “Contrahomilía”. La verdad es que la Bogotá de esos días no leía y comentaba al pensador alemán de manera pública. Explica J. A. Naranjo: “abundaban las obras de Nietzsche en las bibliotecas particulares, y no faltaron las exégesis claras y convincentes sobre la “nueva revelación”. No en público, claro, porque no admitía la parroquia, pero si entre amigos estudiosos”. Y para confirmar el planteamiento trae una cita de una carta a Max de don Tomás, modesta y rotunda:

“No te diré que he leído a Nietzsche, lo vengo estudiando obra por obra, hace cosa de cuatro años. Mis amigos Efe Gómez y Félix Betancourt -que son bastante más fuertes de lo que cualquiera pueda figurarse- son los Virgilios que me han guiado por esos infiernos de la inteligencia. Merced a esto, a lo que yo haya logrado pescar en periódicos y revistas extranjeras, y a lo que a mí mismo se me haya alcanzado, por mi propia cuenta, me encuentro medio orientado”.

Por inferencia J. A. Naranjo, piensa que Carrasquilla leyó el Zaratustra, “Humano Demasiado Humano”, y “Allende el Bien y el Mal”, quizás también “El nacimiento de la Tragedia” y el prohibidísimo “Anticristo”. Seguramente algunos estudios sobre el filósofo. Que Carrasquilla llegó a ciertas deducciones importantes y otras figuras y nociones filosóficas como el eterno retorno, el último hombre, las formaciones de soberanía, el impulso dionisíaco y apolíneo, la voluntad de dominio, la “nueva filosofía”, etc. -“pero con centro en “el superhombre” bien puede hacerse unan recensión global de las lecciones nietzscheanas. Es lo que hace don Tomás, acentuando por añadidura el aspecto ético y vital de la doctrina, pero sin evadir el examen -más somero- de su racionalidad”. Mucho antes que otros (Heidegger, Deleuze y Klossowski) el paisa entendió el fin de la metafísica, sostiene Naranjo, filósofo y literato, serio lector de Carrasquilla.

Y cita,obligada, de don Tomás para entender algo de su planteamiento:
“Quien penetre un tantico a este hombre, tiene de sentir el vértigo: no es que maraville, es que espanta. Da tristeza el pensar cómo a tantos sabios y filósofos racionalistas, que vienen rompiéndose el cerebro hace dos siglos, para explicarse y definir la vida y la humanidad, no se les haya ocurrido una formula tan sencilla, una noción que flota en tantos espíritus y se insinúa en tantas conciencias. Lo que dicen los profesores de la Sorbona me parece pálido. No es que rompa todas las formulas y las escuelas filosóficas: es que no deja materiales para levantar otras”. (Continuará).

Para Marco Antonio Besares

Detrás de todo escritor hay un filósofo, parodiando a Samuel Taylor Coleridge cuando se refirió a los poetas. Nada más necesario hoy en día que armarse de filosofía para leer y entender a un narrador. Este método lo asume Jorge Alberto Naranjo para leer a Tomás Carrasquilla, desde varios escritos críticos que permean su obra narrativa. Toda la discusión anterior la precede una crítica a los decadentes, de la cual algo hemos traído a cuento en anteriores colaboraciones sobre don Tomás. Parte nuestro crítico invitado de una cita de la primera “Homilía” para iniciar sus planteamientos:

“Hoy se destapa todo, todo; si no se encuentra nada adentro, apedrean a los sacerdotes, queman el templo y se quedan tan frescos. Cabalmente que la pandilla de destapadores, lapidadores e incendiarios es lo más querido, lo más traído y llevado por todos los modernistas: gran amigo de ellos es el forajido máximo: el asesino de Dios: el patrón Nietzsche. ¿No será esto un contrasentido?”.

De inmediato Naranjo deslinda a Nietzsche de Mallarmé y arguye que filósofos como Thibaudet, Hyppolite, y sobre todoGillesDeleuze en “Nietzsche y la filosofía” y Pierre Klossowskyen “Nietzsche y el circulo vicioso” indican la distancia del filósofo alemán del nihilismo. Para centrar el análisis trae una cita larga, esencial de Nietzsche que condenso así:

“Aparte el hecho de ser un decadente, soy también todo lo contrario de un decadente. La prueba de ello es, entre otras cosas, la de que yo, instintivamente, elegí siempre los remedios justos contra las situaciones peores: mientras que el decadente elige siempre los remedios más nocivos para él……..Yo me curaba de mí mismo……yo he descubierto la vida, me he comprendido a mí mismo, he gustado todas las cosas buenas, aún las pequeñas, como no fácil que otros puedan gustarlas, y de mi voluntad de salud, de vida hice mi filosofía… No cree en la “desgracia” ni en la “culpa”; está bien consigo mismo y con los demás; sabe olvidar; está bastante fuerte para que todo deba realizarse con la mayor ventaja para él. Pues bien, yo soy lo contrario de un decadente, porque ahora me he descrito a mí mismo”.

Desde la crítica filosófica del nihilismo es posible entender la pregunta de don Tomás, pues “está llena de sentido”, advierte J. A. Naranjo. Y recuerda otra afirmación en relación al pensador alemán cuando en la primera “Homilía” escribió el novelista nacido entre las montañas paisas de Santo Domingo: “Cultivad, hermanos míos, otros campos más propicios; encaminad el espíritu hacia ideales más excelsos y el corazón a sentimientos más humanos, cantad la vida de la realidad, no la arbitraria de la convención; y ya que te mostráis tan discípulos de Zaratustra, entonad himnos al significado de la humanidad y a la alegría del cosmos; Buscad, sobre todo, formas más amplias, más sanas, más austeras. No os intime la región: el punto geográfico, y el medio, nada importan. Bajo accidentes regionales, provinciales, domésticos, puede encerrarse el universo; que toda nota humana que dé el artista, tendrá de ser épica y sintética, toda vez que el animal con espíritu es, Adán acá, el mismo Adán con diferentes modificaciones”. La lección bien la ha asimilado el colombiano de los últimos años del XIX y principios del XX: que no se use al pensador alemán “para despreciar, para entristecer, para “nihilizar” y aniquilar. Su predicación incita a enaltecer, a alegrar, a rehacer y llevar más lejos el fenómeno de la humanidad; su alumnado exige entonar himnos al significado de nuestra existencia -¡Oh Hombre! ¿Qué dice la profunda Medianoche?- odas jubilosos para un Cosmos cargado de inocente y ligera alegría”.

La palabra directa de Nietzsche es clave, por ello Jorge Alberto Naranjo va a los aforismos 36 y 37 de “El Eterno Retorno” para recordárnoslos:

“No viváis contemplativamente, esperando bienaventuranzas y gracias desconocidas, sino de modo que quisiéraisvivir otra vez y vivir del mismo modo eternamente. Nuestro deber se nos presenta en cada momento”. (los subrayados son míos).

“Tendencias principales: 1. Difundir el amor a la vida, a la vida propia en todas las formas. Todo lo que imagine un individuo debe valer para los demás, inaugurándose en este punto una nueva y gran tolerancia, por mucho que contraríe nuestros gustos, si el individuo realmente aumenta su propia vida. 2. Unirse para cambiarlo todo y a todo lo que trate de hacer sospechoso el valor de la vida: contra los tenebrosos, los descontentos, los melancólicos. ¡Prohibir su propagación! Pero nuestra enemistad debe ser un medio para aumentar nuestra alegría. ¡Reír, bromear, destruir sin amargura! Esta es nuestra guerra sin cuartel!

Esta vida… ¡tu vida eterna!”

En el ámbito colombiano estaban en el cerco de la polémica varios escritores, el amigo Maximiliano Grillo, Abel Farina y Víctor Manuel Londoño, entre otros, este no pasaba de ataques personales con “suficiencia cortesana” y agresiones distractoras de lo esencial de lo planteado por Carrasquilla en su “Homilía” 1, y Farina “fue hasta cruel en su réplica” a tal punto que el novelista se retuvo a publicar la segunda; animado por los directores de la revista “Alpha” evitaron que Carrasquilla dejará, por entonces, inédita la segunda. Y fue leída. Dos o tres lustros más tarde, cuenta Naranjo, Farina escribió algo contra las ideas estéticas de Carrasquilla y por esos años hasta hubo homenajes “de reparación” para el narrador y pensador antioqueño.



En la segunda “Homilía” don Tomás le escribe a Max Grillo respondiéndole a su “Contrahomilía”. La verdad es que la Bogotá de esos días no leía y comentaba al pensador alemán de manera pública. Explica J. A. Naranjo: “abundaban las obras de Nietzsche en las bibliotecas particulares, y no faltaron las exégesis claras y convincentes sobre la “nueva revelación”. No en público, claro, porque no admitía la parroquia, pero si entre amigos estudiosos”. Y para confirmar el planteamiento trae una cita de una carta a Max de don Tomás, modesta y rotunda:

“No te diré que he leído a Nietzsche, lo vengo estudiando obra por obra, hace cosa de cuatro años. Mis amigos Efe Gómez y Félix Betancourt -que son bastante más fuertes de lo que cualquiera pueda figurarse- son los Virgilios que me han guiado por esos infiernos de la inteligencia. Merced a esto, a lo que yo haya logrado pescar en periódicos y revistas extranjeras, y a lo que a mí mismo se me haya alcanzado, por mi propia cuenta, me encuentro medio orientado”.

Por inferencia J. A. Naranjo, piensa que Carrasquilla leyó el Zaratustra, “Humano Demasiado Humano”, y “Allende el Bien y el Mal”, quizás también “El nacimiento de la Tragedia” y el prohibidísimo “Anticristo”. Seguramente algunos estudios sobre el filósofo. Que Carrasquilla llegó a ciertas deducciones importantes y otras figuras y nociones filosóficas como el eterno retorno, el último hombre, las formaciones de soberanía, el impulso dionisíaco y apolíneo, la voluntad de dominio, la “nueva filosofía”, etc. -“pero con centro en “el superhombre” bien puede hacerse unan recensión global de las lecciones nietzscheanas. Es lo que hace don Tomás, acentuando por añadidura el aspecto ético y vital de la doctrina, pero sin evadir el examen -más somero- de su racionalidad”. Mucho antes que otros (Heidegger, Deleuze y Klossowski) el paisa entendió el fin de la metafísica, sostiene Naranjo, filósofo y literato, serio lector de Carrasquilla.

Y cita,obligada, de don Tomás para entender algo de su planteamiento:
“Quien penetre un tantico a este hombre, tiene de sentir el vértigo: no es que maraville, es que espanta. Da tristeza el pensar cómo a tantos sabios y filósofos racionalistas, que vienen rompiéndose el cerebro hace dos siglos, para explicarse y definir la vida y la humanidad, no se les haya ocurrido una formula tan sencilla, una noción que flota en tantos espíritus y se insinúa en tantas conciencias. Lo que dicen los profesores de la Sorbona me parece pálido. No es que rompa todas las formulas y las escuelas filosóficas: es que no deja materiales para levantar otras”. (Continuará).

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