/ jueves 30 de mayo de 2019

Notas sobre el rock indígena chiapaneco y algo más

Piedra de toque

Uno de los fenómenos artísticos más destacados de los últimos años en Chiapas es la presencia de la música rock, de origen indígena. He escuchado en diversos momentos, desde hace por lo menos diez años, grupos diversos en bares de San Cristóbal y en espectáculos organizados por Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas (Coneculta). Uno de los más definidos grupos es Tzal Zuvul, formado y dirigido por el Damián Martínez, un maestro que ha conquistado, con sabia y tenaz paciencia, reconocimientos intencionales. Es originario de Zinacantán, comunidad maya cercana a San Cristóbal. Ha creado su propio estudio para tener presencia, sostiene, en la diversidad cultural chiapaneca. Es el pionero del Rock Indígena en México. En 1996 fundó su banda de rock, la primera en México. Ante la discriminación nació su iniciativa, ésta activa iniciativa ha logrado crear una efectiva fuerza entre grupos diversos, a los cuales se han sumado músicos de otros países europeos y asiáticos. Los he escuchado, solo y acompañado, con enorme atención sensitiva y placer en variadas presentaciones.

El rock chiapaneco y otros géneros vienen naciendo, desarrollándose con voluntad y creatividad inusual. Tiene la nueva música chiapaneca seguidores a nivel nacional y más allá. Convoca, debo decirlo, especialmente Damián, con su exquisitez artística y su amable amistad, el arte musical indígena moderno en Chiapas y otros lares.

No puedo olvidar que existe un Centro de escritores y pintores indígenas en Chiapas (Celali), con varios años de vida realizando publicaciones, organizando encuentros, auspiciando murales… estudiando, creando… La nueva poesía en Chiapas de diversos pueblos es valiosa en tanto retoman las tradiciones, cosmogonías propias, recurren a técnicas modernas y dan vida a la vida que los posee. Soy lector de ellos con fervor. Antún Kojtún es un pintor con realizaciones de trascendencia internacional; tengo en mi casa un cuadro realizado por él en un bastidor en forma de telar, donde cifra aspectos de sus saberes ancestrales con la técnica cubista (técnica vanguardista); además de varios grabados. Han logrado reconocimiento internacional otros amigos como Juan Chavuk, Darvin Cruz, Rigoberto Santis, Anxel… Digo que los artistas chiapanecos de ascendencia indígena, en las artes y las letras son creadores renovadores con una decidida voluntad que los ha colocado en un espacio donde se les admira y reconoce. Coneculta publicó un primer tomo de pintores chiapanecos, “Mirar en Chiapas, artistas visuales contemporáneos” (2015) realizado por Patricia Mota, en el cual los mencionados tienen un lugar que el observador puede apreciar y valorar.

La noche del viernes pasado, 24 de mayo, llegamos a la casa de un amigo común, la del periodista Fredy López Arévalo, Damián, otro músico, Sergio Navarro Rodríguez, y el director del Museo del Ámbar Luis Alonso Zúñiga Miganjos de la antigua capital chiapaneca. Fue una verdadera sorpresa pues tuve a mi lado a dos brillantes, o mejor, sabios músicos -no exagero, lo juro- interpretando obras de la tradición maya, con textos de Damián y arreglos musicales de él mismo. La maestría de Damián en el manejo de la guitarra es la de un virtuoso que con el dominio de la tradición musical maya y las lecturas de la música moderna del rock, especialmente, logra obras de una calidad que timbra los sentidos y el pensamiento.

Desde que llegué a Chiapas me acerqué a la tradición musical de los mayas. Fui a ceremonias en Chamula, donde conocí su música de tambor y pito -de una armonía melancólica e íntima -desconocida para mí-, he escuchado bandas en diversos pueblos, he apreciado discos que produjo la Unam en una colección hoy desaparecida, de los cuales poseo varios acetatos y vuelvo a escuchar con suma frecuencia al lado de lecturas indispensables de la poesía maya. La fuerza creativa de Rock Indígena chiapaneco es vigorosa y ya ha sentado sus reales entre los pueblos, la juventud y la sociedad actual.

El amigo de Damián, Sergio, cantó e interpretó en italiano, inglés, portugués, Ztozil y español con timbres de voz variados, acentos tonales fluctuantes de grata penetración auditiva; es un poeta, pues cantó varias de sus letras, casi todas de original creación, audaz y de aguda y agitada crítica social. La velada nocturna, además estuvo acompañada de poesía en verso -leí algunos poemas míos, a solicitud de Fredy- y, muy especialmente de una serie de anécdotas narradas por los músicos, verdaderos relatos para ser escritas por un novelista. La grata presencia de los invitados la animó la inteligente charla, las diversas interpretaciones musicales, en dúo y cada uno con sus preferencias en varias lenguas.

El humor chiapaneco posee sus escalas locales. La gracia de los coletos (oriundos de San Cristóbal) es pícara y mordaz, el acento de la voz queda, casi murmurante, lo cubre sutilmente un garbo sonoro, delicado y malicioso. No podía faltar el asado de carnes frescas y ricas y los venditos sabores del poch (licor de origen Chamula) y las cervezas.

El amigo de Damián, Sergio, al enterarse de mi origen colombiano me habló de varias obras de Fernando Vallejo, tema al que le dedicamos un rato comentado el estilo, las formas narrativas y, claro, los manejos que hace de las temáticas que realiza en una y otra obra. Me admiró la cultura literaria del este joven músico multilingüe, coleto y de sobrado y grácil humor que da identidad pura a su origen que honra con inteligencia rebelde y maestría.



Así que la alegría vivida en cuerpo y alma en una realidad insospechada y sobre todo el aprendizaje que acumulé son inigualables, gracias a la iniciativa de Luis, hombre amable, inteligente e integrador. La presencia femenina brilló con la bióloga Gabriela Gamboa, esposa de Fredy y la esposa de Luis, Johana Friessen Fernández dulces y sensibles amigas.

La música y la poesía hermanan, unen sentidos y afectos y producen una dimensión sensible que prolonga la vida real hasta linderos con lo sagrado, lo natural es transmutado en lo estrictamente célico, donde los diálogos entre el cielo y la tierra descubren, en el silencio que se encaja en cada uno, secretos no advertidos, los cuales generan una extraña, íntima y bella armonía interior. Eso dicen los poetas, antiguos y modernos, y les creo con profundo respeto.

Por todo ello puedo decir a boca llena que soy feliz en Chiapas, tierra y cultura que me ha brindado amor y amistades y creado mi segunda naturaleza humana.

Uno de los fenómenos artísticos más destacados de los últimos años en Chiapas es la presencia de la música rock, de origen indígena. He escuchado en diversos momentos, desde hace por lo menos diez años, grupos diversos en bares de San Cristóbal y en espectáculos organizados por Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas (Coneculta). Uno de los más definidos grupos es Tzal Zuvul, formado y dirigido por el Damián Martínez, un maestro que ha conquistado, con sabia y tenaz paciencia, reconocimientos intencionales. Es originario de Zinacantán, comunidad maya cercana a San Cristóbal. Ha creado su propio estudio para tener presencia, sostiene, en la diversidad cultural chiapaneca. Es el pionero del Rock Indígena en México. En 1996 fundó su banda de rock, la primera en México. Ante la discriminación nació su iniciativa, ésta activa iniciativa ha logrado crear una efectiva fuerza entre grupos diversos, a los cuales se han sumado músicos de otros países europeos y asiáticos. Los he escuchado, solo y acompañado, con enorme atención sensitiva y placer en variadas presentaciones.

El rock chiapaneco y otros géneros vienen naciendo, desarrollándose con voluntad y creatividad inusual. Tiene la nueva música chiapaneca seguidores a nivel nacional y más allá. Convoca, debo decirlo, especialmente Damián, con su exquisitez artística y su amable amistad, el arte musical indígena moderno en Chiapas y otros lares.

No puedo olvidar que existe un Centro de escritores y pintores indígenas en Chiapas (Celali), con varios años de vida realizando publicaciones, organizando encuentros, auspiciando murales… estudiando, creando… La nueva poesía en Chiapas de diversos pueblos es valiosa en tanto retoman las tradiciones, cosmogonías propias, recurren a técnicas modernas y dan vida a la vida que los posee. Soy lector de ellos con fervor. Antún Kojtún es un pintor con realizaciones de trascendencia internacional; tengo en mi casa un cuadro realizado por él en un bastidor en forma de telar, donde cifra aspectos de sus saberes ancestrales con la técnica cubista (técnica vanguardista); además de varios grabados. Han logrado reconocimiento internacional otros amigos como Juan Chavuk, Darvin Cruz, Rigoberto Santis, Anxel… Digo que los artistas chiapanecos de ascendencia indígena, en las artes y las letras son creadores renovadores con una decidida voluntad que los ha colocado en un espacio donde se les admira y reconoce. Coneculta publicó un primer tomo de pintores chiapanecos, “Mirar en Chiapas, artistas visuales contemporáneos” (2015) realizado por Patricia Mota, en el cual los mencionados tienen un lugar que el observador puede apreciar y valorar.

La noche del viernes pasado, 24 de mayo, llegamos a la casa de un amigo común, la del periodista Fredy López Arévalo, Damián, otro músico, Sergio Navarro Rodríguez, y el director del Museo del Ámbar Luis Alonso Zúñiga Miganjos de la antigua capital chiapaneca. Fue una verdadera sorpresa pues tuve a mi lado a dos brillantes, o mejor, sabios músicos -no exagero, lo juro- interpretando obras de la tradición maya, con textos de Damián y arreglos musicales de él mismo. La maestría de Damián en el manejo de la guitarra es la de un virtuoso que con el dominio de la tradición musical maya y las lecturas de la música moderna del rock, especialmente, logra obras de una calidad que timbra los sentidos y el pensamiento.

Desde que llegué a Chiapas me acerqué a la tradición musical de los mayas. Fui a ceremonias en Chamula, donde conocí su música de tambor y pito -de una armonía melancólica e íntima -desconocida para mí-, he escuchado bandas en diversos pueblos, he apreciado discos que produjo la Unam en una colección hoy desaparecida, de los cuales poseo varios acetatos y vuelvo a escuchar con suma frecuencia al lado de lecturas indispensables de la poesía maya. La fuerza creativa de Rock Indígena chiapaneco es vigorosa y ya ha sentado sus reales entre los pueblos, la juventud y la sociedad actual.

El amigo de Damián, Sergio, cantó e interpretó en italiano, inglés, portugués, Ztozil y español con timbres de voz variados, acentos tonales fluctuantes de grata penetración auditiva; es un poeta, pues cantó varias de sus letras, casi todas de original creación, audaz y de aguda y agitada crítica social. La velada nocturna, además estuvo acompañada de poesía en verso -leí algunos poemas míos, a solicitud de Fredy- y, muy especialmente de una serie de anécdotas narradas por los músicos, verdaderos relatos para ser escritas por un novelista. La grata presencia de los invitados la animó la inteligente charla, las diversas interpretaciones musicales, en dúo y cada uno con sus preferencias en varias lenguas.

El humor chiapaneco posee sus escalas locales. La gracia de los coletos (oriundos de San Cristóbal) es pícara y mordaz, el acento de la voz queda, casi murmurante, lo cubre sutilmente un garbo sonoro, delicado y malicioso. No podía faltar el asado de carnes frescas y ricas y los venditos sabores del poch (licor de origen Chamula) y las cervezas.

El amigo de Damián, Sergio, al enterarse de mi origen colombiano me habló de varias obras de Fernando Vallejo, tema al que le dedicamos un rato comentado el estilo, las formas narrativas y, claro, los manejos que hace de las temáticas que realiza en una y otra obra. Me admiró la cultura literaria del este joven músico multilingüe, coleto y de sobrado y grácil humor que da identidad pura a su origen que honra con inteligencia rebelde y maestría.



Así que la alegría vivida en cuerpo y alma en una realidad insospechada y sobre todo el aprendizaje que acumulé son inigualables, gracias a la iniciativa de Luis, hombre amable, inteligente e integrador. La presencia femenina brilló con la bióloga Gabriela Gamboa, esposa de Fredy y la esposa de Luis, Johana Friessen Fernández dulces y sensibles amigas.

La música y la poesía hermanan, unen sentidos y afectos y producen una dimensión sensible que prolonga la vida real hasta linderos con lo sagrado, lo natural es transmutado en lo estrictamente célico, donde los diálogos entre el cielo y la tierra descubren, en el silencio que se encaja en cada uno, secretos no advertidos, los cuales generan una extraña, íntima y bella armonía interior. Eso dicen los poetas, antiguos y modernos, y les creo con profundo respeto.

Por todo ello puedo decir a boca llena que soy feliz en Chiapas, tierra y cultura que me ha brindado amor y amistades y creado mi segunda naturaleza humana.

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