/ jueves 6 de septiembre de 2018

7 de septiembre: El rugido que presagió un terremoto

  • A un año, aún se percibe el temor; los crujidosdel suelo, esa noche provocaron secuelas en todos y todavíapersisten

Los relojes marcaron ese momento. 11:49:17. Loscrujidos del suelo provocaron vibraciones que invocaban al miedo.No se trataba solamente de un fenómeno natural, fue la líneadelgada entre la vida y la muerte que se iluminaba, como losdestellos del cielo que se prendían y se apagaban. Algunospudieron verlos.

Gritos, llantos y rezos se revolvían en las callescon los ladridos de los perros y la noche. Las paredes se movían ylos cables de alta tensión se tensaban a punto de reventar. Serespiraba angustia.

A don Lauriano López se le quiebra la voz solo derecordar esa noche; su casa sufrió daños en casi 70 por ciento dela infraestructura y hasta hoy solo ha recibido 20 bolsas decemento y una copia simple con un número de folio que solo le haservido para recordar que su vivienda es ahora vulnerable antecualquier movimiento sísmico.

Junto a su esposa e hijas recuerda esa noche, cuandolas puertas se trabaron, no tuvieron más que buscar cualquierorificio para escapar de su casa. Guarda silencio y se traga eserecuerdo para no llorar. Voltea a ver a sus hijas y a su nieto.

A un año de distancia, aún se percibe el temor. Laausencia de 16 personas que murieron a causa del terremoto máspoderoso de los últimos cien años hace recordar que cualquierapudo dejar de existir esa noche.

En los municipios más cercanos a la zona delepicentro todavía se registran viviendas afectadas total oparcialmente porque padecen olvido institucional. El recurso nollega o simplemente despareció como desapareció la tranquilidadde la sociedad la noche del 7 de septiembre.

Las autoridades hablan de avance, los chiapanecosmás pobres reviran con sus viviendas cuarteadas y marcadas con unnúmero sin sentido, que solo demuestra la pantomima institucional.La burla. El cinismo. La indiferencia.

Alejandro Cruz Camacho, afectado del municipio deCintalapa teme por su vida, el terremoto de hace un año provocódaños graves a su vivienda, daños que no han sido reparados porfalta de recursos. Él, al igual que doña Alicia Hernández, nofue incluido en ningún padrón de apoyo, pese al impacto que susviviendas sufrieron.

Los datos oficiales del Sistema Estatal deProtección Civil señalan que fueron 59 mil 500 casas lasafectadas por el movimiento telúrico y hablan de un avance en lareconstrucción del 80 por ciento. Las familias más humildes dicenotra cosa.

“Creo que ayudan más a los que tienen”, diceresignado don Luis Rodríguez del barrio Santa Cecilia, enCintalapa; aquella noche, sintió temor y se vio en la necesidad depedir ayuda a su creador. Sus hijos se burlaron pero él losincluyó en sus oraciones; hoy, celebra la vida que, aunque no hasido la misma desde aquella ocasión, todavía puede verlos,asegura.

Por su parte, la señora Vitalía Gómez del barrioLinda Vista, en aquel mismo municipio, asevera que no ha recibidoningún recurso, aun cuando el presidente municipal, Kike Arreolase comprometió a ayudarlos. Al igual que ella, decenas de familiaspadecen el mismo problema, la indiferencia de los tres niveles degobierno, los mismos que celebran un avance importante de lareconstrucción.

Han pasado 365 días y Chiapas aún se muestra sinpreparación para enfrentar un fenómeno similar. Se practicansimulacros por obligación y se miente respecto al avance real dela reconstrucción de viviendas y escuelas. Familias enterasesperan un apoyo que no llegará, otras se han aventurado a viviren lugares inseguros, con miedo y angustia.

  • A un año, aún se percibe el temor; los crujidosdel suelo, esa noche provocaron secuelas en todos y todavíapersisten

Los relojes marcaron ese momento. 11:49:17. Loscrujidos del suelo provocaron vibraciones que invocaban al miedo.No se trataba solamente de un fenómeno natural, fue la líneadelgada entre la vida y la muerte que se iluminaba, como losdestellos del cielo que se prendían y se apagaban. Algunospudieron verlos.

Gritos, llantos y rezos se revolvían en las callescon los ladridos de los perros y la noche. Las paredes se movían ylos cables de alta tensión se tensaban a punto de reventar. Serespiraba angustia.

A don Lauriano López se le quiebra la voz solo derecordar esa noche; su casa sufrió daños en casi 70 por ciento dela infraestructura y hasta hoy solo ha recibido 20 bolsas decemento y una copia simple con un número de folio que solo le haservido para recordar que su vivienda es ahora vulnerable antecualquier movimiento sísmico.

Junto a su esposa e hijas recuerda esa noche, cuandolas puertas se trabaron, no tuvieron más que buscar cualquierorificio para escapar de su casa. Guarda silencio y se traga eserecuerdo para no llorar. Voltea a ver a sus hijas y a su nieto.

A un año de distancia, aún se percibe el temor. Laausencia de 16 personas que murieron a causa del terremoto máspoderoso de los últimos cien años hace recordar que cualquierapudo dejar de existir esa noche.

En los municipios más cercanos a la zona delepicentro todavía se registran viviendas afectadas total oparcialmente porque padecen olvido institucional. El recurso nollega o simplemente despareció como desapareció la tranquilidadde la sociedad la noche del 7 de septiembre.

Las autoridades hablan de avance, los chiapanecosmás pobres reviran con sus viviendas cuarteadas y marcadas con unnúmero sin sentido, que solo demuestra la pantomima institucional.La burla. El cinismo. La indiferencia.

Alejandro Cruz Camacho, afectado del municipio deCintalapa teme por su vida, el terremoto de hace un año provocódaños graves a su vivienda, daños que no han sido reparados porfalta de recursos. Él, al igual que doña Alicia Hernández, nofue incluido en ningún padrón de apoyo, pese al impacto que susviviendas sufrieron.

Los datos oficiales del Sistema Estatal deProtección Civil señalan que fueron 59 mil 500 casas lasafectadas por el movimiento telúrico y hablan de un avance en lareconstrucción del 80 por ciento. Las familias más humildes dicenotra cosa.

“Creo que ayudan más a los que tienen”, diceresignado don Luis Rodríguez del barrio Santa Cecilia, enCintalapa; aquella noche, sintió temor y se vio en la necesidad depedir ayuda a su creador. Sus hijos se burlaron pero él losincluyó en sus oraciones; hoy, celebra la vida que, aunque no hasido la misma desde aquella ocasión, todavía puede verlos,asegura.

Por su parte, la señora Vitalía Gómez del barrioLinda Vista, en aquel mismo municipio, asevera que no ha recibidoningún recurso, aun cuando el presidente municipal, Kike Arreolase comprometió a ayudarlos. Al igual que ella, decenas de familiaspadecen el mismo problema, la indiferencia de los tres niveles degobierno, los mismos que celebran un avance importante de lareconstrucción.

Han pasado 365 días y Chiapas aún se muestra sinpreparación para enfrentar un fenómeno similar. Se practicansimulacros por obligación y se miente respecto al avance real dela reconstrucción de viviendas y escuelas. Familias enterasesperan un apoyo que no llegará, otras se han aventurado a viviren lugares inseguros, con miedo y angustia.

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