/ viernes 7 de mayo de 2021

Madre no, persona gestante

Los hombres trans embarazados rompen paradigmas sobre la maternidad

Danna Sultana es una colombiana transexual con una carrera como modelo en Estados Unidos. Vía instagram conoció a Esteban Landrau, un joven boricua también trans, con quien concibió un bebé que nació en julio de 2020.

En medios de comunicación y en redes sociales, la pareja presentó su historia sin tapujos. Ella ha explicado que se percibe como una mujer con pene, por lo que no buscará una reasignación genital total, pues no sufre de disforia de género, término utilizado para explicar la sensación de incomodidad o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere con sus genitales.

En el caso de las personas nacidas con pene, la cirugía para construir una vulva es relativamente sencilla, pero solo se operan quienes viven ansiedad por tener genitales que difieren con su identidad.

Para Esteban, pareja de Danna, la disforia ha sido más presente. Cuando decidió transicionar, comenzó a tomar testosterona y se operó los senos. De manera pública explicó que durante el embarazo había tenido que lidiar con esa angustia de suspender su tratamiento hormonal para regularizar su menstruación y poder concebir.

La gestación misma provocó la hinchazón de sus pezones, lo que le resultaba particularmente incómodo, pues a partir de su transición había trabajado con pesas para construir un cuerpo musculoso y varonil. Su principal temor era feminizarse y que eso provocará dejar de ser atractivo para Danna.

Aún con esas incomodidades, Esteban siempre aparece sonriente y feliz en las fotografías donde luce su enorme vientre embarazado.

Su bebé nació en Puerto Rico. Buscaron un nombre con género neutro: Ariel. En el acta de nacimiento lograron que se respetara su identidad de género para que a Danna se le reconozca como madre y a Esteban, como padre. Y no viceversa, aunque, él haya dado a luz.

Las modificaciones al código civil en ese país apuntalan los derechos reproductivos, por lo que se hace referencia a “personas gestantes”, dejando de lado términos como “madre” o “mujer embarazada”. También han quedado fuera los apellidos “materno y paterno”, por lo que sólo se hace referencia a primer y segundo apellido.

La historia de Danna y Esteban es de las primeras en difundirse masivamente en habla hispana. Sin embargo, en Estados Unidos y en Europa, las familias de padres trans comenzaron a llamar la atención hace más de una década.

En 2007, el emblemático caso de Thomas Beatie lo visibilizó como el primer hombre en ser reconocido legalmente como padre trans. Luchó social, legal y médicamente para ser reconocido como persona gestante, es decir, sin que se le asignara género femenino.

En 2012, Beatie se divorció de su esposa. Eso también marcó un precedente legal, pues, por primera vez, un tribunal concluyó un matrimonio en el que el marido había dado a luz a cuatro hijos concebidos con inseminación artificial.

El caso Beatie no es aislado. El número de personas transgénero que buscan servicios de planificación familiar, fertilidad y embarazo es “bastante grande”, según el estudio “Hombres transgénero y embarazo” de la Universidad de California y Harvard, en 2015.

No es una moda

El estigma sobre la maternidad está marcado desde la palabra misma que evoca a una hembra para parir, sin considerar que una persona nacida mujer, pero que se identifica con el género masculino —y que haga la transición para verse como hombre— también puede gestar.

En los hospitales hay “salas de maternidad” y las divisiones ginecológicas reciben el sobrenombre de “salud para la mujer”, así que cuando se presenta un hombre transgénero con un bebé en el vientre no encaja dentro de lo previsto por las instituciones de salubridad.

El embarazo y la maternidad se han considerado por mucho tiempo “cosa de mujeres”. Sin embargo, de unos años a la fecha, quienes han decidido ser padres transgénero han comenzado a compartir, en redes sociales y en medios de comunicación, cómo es el desarrollo de la gestación de sus bebés y el nacimiento. Esto como un esfuerzo por visibilizar a estas familias que se salen de lo establecido por una sociedad que sólo reconoce dos géneros.

Negar las maternidades trans no significa que no existan. Los hombres transgénero han hecho una transición hormonal y toman testosterona, pero conservan sus órganos reproductores femeninos, por lo que tienen el potencial de quedar embarazados.

A pesar de la mayor visibilidad de las personas transgénero —alrededor de 1.4 millones que han hecho la transición en Estados Unidos—, los proveedores médicos no están preparados para atenderlos y la mayoría ha tenido oportunidades educativas limitadas, de acuerdo con el estudio “Hombres transgénero embarazados, en riesgo de depresión y falta de atención” de la Universidad Rutgers.

Aunque la mayoría de las personas transgénero planean la concepción de un bebé, esta investigación sugiere que los embarazos no deseados ocurren en 30% de los hombres trans. Otro dato es que 51% de los hombres trans que dieron a luz amamantó a sus bebés, incluso a pesar de haberse sometido a una cirugía de mama. Esto es posible, ya que algunos cirujanos retiran los senos, pero dejan parte del tejido mamario para evitar que el pezón se hunda completamente.

Esta universidad estadounidense realizó este estudio para capacitar y sensibilizar a sus nuevas generaciones de ginecólogos sobre las problemáticas que en salud reproductiva enfrentan las personas transgénero.

Justin Brandt, profesor en el Departamento de Ciencias Reproductivas de Rutgers, escribe que el proceso de transición de género es tan largo y arduo para un chico trans que el embarazo —considerado una condición femenina— obliga a estos hombres a volver casi por completo al sexo que les asignaron al nacer, lo que puede empeorar la disforia de género.

Actualmente, la mayoría de las personas transgénero con embarazos y partos son quienes nacieron con útero, es decir, hombres transgénero, personas no binarias, personas con fluidez de género, personas con útero que no se identifican como mujeres. Así de diversa es la sexualidad.

La medicina contemporánea tiene en la mira la posibilidad de que una mujer transgénero tenga un hijo con un útero trasplantado. Hay experiencias de mujeres cisgénero —es decir, personas que nacieron con genitales femeninos y se sienten identificados con ellos— que dieron a luz con un útero trasplantado.

Madres trans

A los 9 años de edad, Kenya Cuevas salió de su casa, huyendo de la violencia. Vive con VIH desde los 13 años. Durante 11 años estuvo privada de su libertad en la “Celda 10” del penal de Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa. Por 30 años se dedicó al trabajo sexual como mujer trans.

Su historia ha sucedido en la ciudad de México, pero podría ser una de las que se retratan en la serie “Pose” de Netflix que expone la vida de la comunidad transgénero negra y latina, en Nueva York, en los años 80, donde se muestra cómo las mujeres trans ejercían su maternidad al ofrecer techo y comida para los jóvenes recién llegados a la ciudad que habían sido expulsados de sus casas por su identidad de género.

“Sé a lo que nos estamos enfrentando. Sé lo que siente una mujer trans abandonada afuera del metro Revolución, drogándose y buscando otra dosis. Prostituyéndose por 10 pesos. Sé lo que se siente”, cuenta Kenya, quien ahora es directora de la asociación civil Casa de las Muñecas Tiresias y del albergue Paola Buenrostro.

“He luchado desde mi postura como una mamá trans, buscando oportunidades para mis hijas, a través de los programas que he impulsado como persona trans. Tenemos la Casa Hogar Paola Buenrostro como un lugar seguro y con herramientas para reinsertarse en esta sociedad”, cuenta en referencia al albergue que toma su nombre de quien fuera víctima de un trans-feminicidio.

Como activista, Kenya califica como “simulación” algunas propuestas políticas que se han presentado en México enarbolando la bandera trans, como ocurre con las candidaturas transgénero e incluso una propuesta que se planteó en la cámara local capitalina para financiar las reasignaciones de género con recursos públicos.

“Las mujeres trans, quienes lo desean hacer, tienen que hacer las reasignaciones por su cuenta. Conozco a mujeres que han viajado a otros países a realizarse este tipo de prácticas. Conocemos a hombres trans que han decidido gestar y no son atendidos adecuadamente. Son juzgados, al acercarse a los servicios públicos de salud. Tenemos que empezar a informarnos, a educarnos y a trabajar estos temas de manera cotidiana para no llegar a la discriminación y a la violencia estructural e institucional que se genera por estos estereotipos estipulados por una sociedad binaria”, dice.

Kenya comenta que el tema de embarazos transgénero y maternidades trans es una realidad que no le gusta a la gente. “He escuchado comentarios fuertes, respecto a por qué deciden ser trans si es que van a tener hijos. Siempre he dicho que respetemos al ser humano. A sus decisiones. En el mundo hay muchas diversidades”, comenta.

Advierte de la falta de políticas públicas para el acceso a la salud, así como la necesidad de educar en diversidad sexual desde la primaria para que las nuevas generaciones visibilicen a los grupos históricamente discriminados como la comunidad transgénero. “No podemos seguir diciendo que no existe, cuando lo vemos todos los días. No podemos seguir haciéndonos de la vista gorda, porque es lo que han hecho los gobiernos”, lanza Kenya.

“Los derechos no son negociables, pero las instituciones lo hacen negociable desde sus posturas y su rechazo hacia nosotras, nosotros, nosotres. No hay sensibilidad por parte de las personas que atienden estos servicios. Los proctólogos, los ginecólogos que atienden a las personas trans, no están todavía sensibilizados, informados ni capacitados para poder atender. Hay mucho desconocimiento”, dice.

La Ciudad de México ha sido pionera en las reformas en beneficio de las personas transgénero. La actual jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, propuso la creación de una “clínica trans”, pero el proyecto no se ha concretado. Actualmente, hay otras 12 entidades en el país que han aprobado leyes de identidad de género y en un par más están en proceso.

“Se necesitan ginecólogos y proctólogos que atiendan con perspectiva de género y que no se espanten de ver a un hombre sentado, diciéndoles sus problemas de ginecología. Necesitamos un lugar incluyente, con calidad, que respete nuestra expresión y nuestra integridad”, explica la directora de Casa de las Muñecas.

La comunidad transgénero aspira a que se elimine el calificativo “trans” de los hombres y las mujeres que transicionaron y de ese modo solo se haga referencia a personas con derechos humanos que exigen que esos derechos —incluidos los reproductivos—sean respetados y garantizados.

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¿Cómo hablar con una persona gestante?

Utilice lenguaje neutro de género. Diga "persona embarazada" en lugar de "mujer embarazada".

Utilice el nombre correcto de los genitales. Diga "útero y ovarios" en lugar de "sistema reproductivo femenino".

Pregunte a la persona embarazada el pronombre con el que se identifica. Dígale “él” o refiérase en masculino, si así se lo ha solicitado, aunque vea que su vientre está embarazado.

Use el nombre con el que se identifica la persona embarazada, aunque no sea su nombre legal.

Danna Sultana es una colombiana transexual con una carrera como modelo en Estados Unidos. Vía instagram conoció a Esteban Landrau, un joven boricua también trans, con quien concibió un bebé que nació en julio de 2020.

En medios de comunicación y en redes sociales, la pareja presentó su historia sin tapujos. Ella ha explicado que se percibe como una mujer con pene, por lo que no buscará una reasignación genital total, pues no sufre de disforia de género, término utilizado para explicar la sensación de incomodidad o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere con sus genitales.

En el caso de las personas nacidas con pene, la cirugía para construir una vulva es relativamente sencilla, pero solo se operan quienes viven ansiedad por tener genitales que difieren con su identidad.

Para Esteban, pareja de Danna, la disforia ha sido más presente. Cuando decidió transicionar, comenzó a tomar testosterona y se operó los senos. De manera pública explicó que durante el embarazo había tenido que lidiar con esa angustia de suspender su tratamiento hormonal para regularizar su menstruación y poder concebir.

La gestación misma provocó la hinchazón de sus pezones, lo que le resultaba particularmente incómodo, pues a partir de su transición había trabajado con pesas para construir un cuerpo musculoso y varonil. Su principal temor era feminizarse y que eso provocará dejar de ser atractivo para Danna.

Aún con esas incomodidades, Esteban siempre aparece sonriente y feliz en las fotografías donde luce su enorme vientre embarazado.

Su bebé nació en Puerto Rico. Buscaron un nombre con género neutro: Ariel. En el acta de nacimiento lograron que se respetara su identidad de género para que a Danna se le reconozca como madre y a Esteban, como padre. Y no viceversa, aunque, él haya dado a luz.

Las modificaciones al código civil en ese país apuntalan los derechos reproductivos, por lo que se hace referencia a “personas gestantes”, dejando de lado términos como “madre” o “mujer embarazada”. También han quedado fuera los apellidos “materno y paterno”, por lo que sólo se hace referencia a primer y segundo apellido.

La historia de Danna y Esteban es de las primeras en difundirse masivamente en habla hispana. Sin embargo, en Estados Unidos y en Europa, las familias de padres trans comenzaron a llamar la atención hace más de una década.

En 2007, el emblemático caso de Thomas Beatie lo visibilizó como el primer hombre en ser reconocido legalmente como padre trans. Luchó social, legal y médicamente para ser reconocido como persona gestante, es decir, sin que se le asignara género femenino.

En 2012, Beatie se divorció de su esposa. Eso también marcó un precedente legal, pues, por primera vez, un tribunal concluyó un matrimonio en el que el marido había dado a luz a cuatro hijos concebidos con inseminación artificial.

El caso Beatie no es aislado. El número de personas transgénero que buscan servicios de planificación familiar, fertilidad y embarazo es “bastante grande”, según el estudio “Hombres transgénero y embarazo” de la Universidad de California y Harvard, en 2015.

No es una moda

El estigma sobre la maternidad está marcado desde la palabra misma que evoca a una hembra para parir, sin considerar que una persona nacida mujer, pero que se identifica con el género masculino —y que haga la transición para verse como hombre— también puede gestar.

En los hospitales hay “salas de maternidad” y las divisiones ginecológicas reciben el sobrenombre de “salud para la mujer”, así que cuando se presenta un hombre transgénero con un bebé en el vientre no encaja dentro de lo previsto por las instituciones de salubridad.

El embarazo y la maternidad se han considerado por mucho tiempo “cosa de mujeres”. Sin embargo, de unos años a la fecha, quienes han decidido ser padres transgénero han comenzado a compartir, en redes sociales y en medios de comunicación, cómo es el desarrollo de la gestación de sus bebés y el nacimiento. Esto como un esfuerzo por visibilizar a estas familias que se salen de lo establecido por una sociedad que sólo reconoce dos géneros.

Negar las maternidades trans no significa que no existan. Los hombres transgénero han hecho una transición hormonal y toman testosterona, pero conservan sus órganos reproductores femeninos, por lo que tienen el potencial de quedar embarazados.

A pesar de la mayor visibilidad de las personas transgénero —alrededor de 1.4 millones que han hecho la transición en Estados Unidos—, los proveedores médicos no están preparados para atenderlos y la mayoría ha tenido oportunidades educativas limitadas, de acuerdo con el estudio “Hombres transgénero embarazados, en riesgo de depresión y falta de atención” de la Universidad Rutgers.

Aunque la mayoría de las personas transgénero planean la concepción de un bebé, esta investigación sugiere que los embarazos no deseados ocurren en 30% de los hombres trans. Otro dato es que 51% de los hombres trans que dieron a luz amamantó a sus bebés, incluso a pesar de haberse sometido a una cirugía de mama. Esto es posible, ya que algunos cirujanos retiran los senos, pero dejan parte del tejido mamario para evitar que el pezón se hunda completamente.

Esta universidad estadounidense realizó este estudio para capacitar y sensibilizar a sus nuevas generaciones de ginecólogos sobre las problemáticas que en salud reproductiva enfrentan las personas transgénero.

Justin Brandt, profesor en el Departamento de Ciencias Reproductivas de Rutgers, escribe que el proceso de transición de género es tan largo y arduo para un chico trans que el embarazo —considerado una condición femenina— obliga a estos hombres a volver casi por completo al sexo que les asignaron al nacer, lo que puede empeorar la disforia de género.

Actualmente, la mayoría de las personas transgénero con embarazos y partos son quienes nacieron con útero, es decir, hombres transgénero, personas no binarias, personas con fluidez de género, personas con útero que no se identifican como mujeres. Así de diversa es la sexualidad.

La medicina contemporánea tiene en la mira la posibilidad de que una mujer transgénero tenga un hijo con un útero trasplantado. Hay experiencias de mujeres cisgénero —es decir, personas que nacieron con genitales femeninos y se sienten identificados con ellos— que dieron a luz con un útero trasplantado.

Madres trans

A los 9 años de edad, Kenya Cuevas salió de su casa, huyendo de la violencia. Vive con VIH desde los 13 años. Durante 11 años estuvo privada de su libertad en la “Celda 10” del penal de Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa. Por 30 años se dedicó al trabajo sexual como mujer trans.

Su historia ha sucedido en la ciudad de México, pero podría ser una de las que se retratan en la serie “Pose” de Netflix que expone la vida de la comunidad transgénero negra y latina, en Nueva York, en los años 80, donde se muestra cómo las mujeres trans ejercían su maternidad al ofrecer techo y comida para los jóvenes recién llegados a la ciudad que habían sido expulsados de sus casas por su identidad de género.

“Sé a lo que nos estamos enfrentando. Sé lo que siente una mujer trans abandonada afuera del metro Revolución, drogándose y buscando otra dosis. Prostituyéndose por 10 pesos. Sé lo que se siente”, cuenta Kenya, quien ahora es directora de la asociación civil Casa de las Muñecas Tiresias y del albergue Paola Buenrostro.

“He luchado desde mi postura como una mamá trans, buscando oportunidades para mis hijas, a través de los programas que he impulsado como persona trans. Tenemos la Casa Hogar Paola Buenrostro como un lugar seguro y con herramientas para reinsertarse en esta sociedad”, cuenta en referencia al albergue que toma su nombre de quien fuera víctima de un trans-feminicidio.

Como activista, Kenya califica como “simulación” algunas propuestas políticas que se han presentado en México enarbolando la bandera trans, como ocurre con las candidaturas transgénero e incluso una propuesta que se planteó en la cámara local capitalina para financiar las reasignaciones de género con recursos públicos.

“Las mujeres trans, quienes lo desean hacer, tienen que hacer las reasignaciones por su cuenta. Conozco a mujeres que han viajado a otros países a realizarse este tipo de prácticas. Conocemos a hombres trans que han decidido gestar y no son atendidos adecuadamente. Son juzgados, al acercarse a los servicios públicos de salud. Tenemos que empezar a informarnos, a educarnos y a trabajar estos temas de manera cotidiana para no llegar a la discriminación y a la violencia estructural e institucional que se genera por estos estereotipos estipulados por una sociedad binaria”, dice.

Kenya comenta que el tema de embarazos transgénero y maternidades trans es una realidad que no le gusta a la gente. “He escuchado comentarios fuertes, respecto a por qué deciden ser trans si es que van a tener hijos. Siempre he dicho que respetemos al ser humano. A sus decisiones. En el mundo hay muchas diversidades”, comenta.

Advierte de la falta de políticas públicas para el acceso a la salud, así como la necesidad de educar en diversidad sexual desde la primaria para que las nuevas generaciones visibilicen a los grupos históricamente discriminados como la comunidad transgénero. “No podemos seguir diciendo que no existe, cuando lo vemos todos los días. No podemos seguir haciéndonos de la vista gorda, porque es lo que han hecho los gobiernos”, lanza Kenya.

“Los derechos no son negociables, pero las instituciones lo hacen negociable desde sus posturas y su rechazo hacia nosotras, nosotros, nosotres. No hay sensibilidad por parte de las personas que atienden estos servicios. Los proctólogos, los ginecólogos que atienden a las personas trans, no están todavía sensibilizados, informados ni capacitados para poder atender. Hay mucho desconocimiento”, dice.

La Ciudad de México ha sido pionera en las reformas en beneficio de las personas transgénero. La actual jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, propuso la creación de una “clínica trans”, pero el proyecto no se ha concretado. Actualmente, hay otras 12 entidades en el país que han aprobado leyes de identidad de género y en un par más están en proceso.

“Se necesitan ginecólogos y proctólogos que atiendan con perspectiva de género y que no se espanten de ver a un hombre sentado, diciéndoles sus problemas de ginecología. Necesitamos un lugar incluyente, con calidad, que respete nuestra expresión y nuestra integridad”, explica la directora de Casa de las Muñecas.

La comunidad transgénero aspira a que se elimine el calificativo “trans” de los hombres y las mujeres que transicionaron y de ese modo solo se haga referencia a personas con derechos humanos que exigen que esos derechos —incluidos los reproductivos—sean respetados y garantizados.

▶️ Mantente informado en nuestro canal de Google Noticias

¿Cómo hablar con una persona gestante?

Utilice lenguaje neutro de género. Diga "persona embarazada" en lugar de "mujer embarazada".

Utilice el nombre correcto de los genitales. Diga "útero y ovarios" en lugar de "sistema reproductivo femenino".

Pregunte a la persona embarazada el pronombre con el que se identifica. Dígale “él” o refiérase en masculino, si así se lo ha solicitado, aunque vea que su vientre está embarazado.

Use el nombre con el que se identifica la persona embarazada, aunque no sea su nombre legal.

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