/ viernes 30 de agosto de 2019

¡Lo perdieron todo!

Es  la segunda vez que padecen el mismo problema y en esta lo terminaron perdiendo todo.

“Solo la ropa que tenemos puesta es lo único que pudimos rescatar tras la lluvia torrencial del día lunes en la tarde-noche” comentó Javier Zepeda mientras observa su humilde vivienda prácticamente arrasada por las aguas negras en el barrio Niño de Atocha.

Esa tarde del lunes 26 de agosto, Javier decidió salir con su esposa Oralia Pérez a casa de unos familiares.

Observaba las noticias en el televisor cuando observó a través de la ventana un intenso viento acompañado de lluvia.

Como si se tratara de un mal presagio, el hombre de complexión delgada, cabello encanecido y ensortijado le hizo un comentario con voz queda a su mujer, sin perder de vista a la lluvia que batía monótonamente la ventana de la sala.



-Creo que nos vamos a inundar-

En unos cuantos minutos, esa lluvia con viento se tornó en una torrencial, por lo que, angustió a Javier y decidió bajar corriendo sobre la 3ª Poniente.

Empapado, observó que la lluvia había desbordado alcantarillas atascadas con ramas, piedras y cúmulos de pegajosas hojarascas.

El agua había horadado el pavimento al principio y arrancado luego grandes trozos, además, algunos vehículos habían sido arrastrados hasta el puente de la 10ª Norte, incluso, dos unidades particulares habían caído al canal de “La Poti”.

Al tratar de abrirse paso entre los enormes encharcamientos, Javier observó que su vivienda yacía abierta de par en par, la aglomerada lluvia había hecho presión en los cerrojos y como si la hubiese agarrado a patadas, el agua pudo finalmente entrar y comenzar a arrastrar las pertenencias.

Con aterrorizada prisa Javier nadó hasta la entrada y vio que su cilindro de gas flotaba con dirección hacia el canal. Nada pudo hacer al respecto pues de haber intentado rescatar, hubiera terminado en el fondo de esa cascada de aguas negras.

Cuando la lluvia y los encharcamientos comenzaron a retroceder, Javier y Oralia observaron que, los artículos de su vivienda se habían ido con la lluvia.

Únicamente, un ropero y algunos trastes con delgadas láminas de légamo mostraban el grado de suciedad arrastrada por los remolinos de agua.

Finalmente, los muebles, el refrigerador, una pantalla plana, ropa, colchones, modular y hasta el comedor habían terminado dispersos sobre la calle de la 10ª Norte.

Lo único que pudo mantener la familia Zepeda fue la ropa que llevaba puesta esa tarde del diluvio, pues nunca pensaron que se repetiría la historia.

“Durante los últimos días las lluvias habían sido fuertes y no había pasado gran cosa, incluso no le tomábamos gran importancia, pero la del lunes no sé cual fue lo distinto, el caso es que es la segunda vez que nos sucede este tipo de situación y esperamos que el gobierno del señor Rutilio Escandón pueda ayudarnos porque lo perdimos todo” comentó Javier.

Y es que, a sus 68 años, Javier ha dejado de trabajar de manera temporal pues, durante mucho tiempo se dedicó a vender jugos de naranja, pero un día se disparó el precio esta fruta cítrica y al ver que ya no era redituable decidió suspender este oficio.

Actualmente, Zepeda se dedica a trabajos de albañilería o alguno en el que se emplee en manualidades para poder llevar el pan a su hogar.



“Afortunadamente mis hijos ya tienen su casa y trabajo, pero pues ahora lo que poquito que gano es para que comamos mi mujer y yo.

Dicen que lo material no importa y se puede recuperar, pero, los 25 mil pesos que invertí en obtener mis cosas creo que me tomará varios años en recuperarlo” rememora Javier mientras se toma de los cabellos.

La familia Zepeda no piensa irse de su barrio, pues en esa zona crecieron y envejecieron por lo que existe un vínculo nostálgico, además de que, difícilmente alguna familia tuxtleca quisiera comprar el lugar tan fácilmente y sin detenerse a pensar sobre los riesgos que existen en esa zona.

Por otro lado, tan sólo en el Barrio Niño de Atocha, que fue la zona más afectada por las lluvias atípicas acumuladas de 77 milímetros en algunas zonas, existen más 15 familias que lo perdieron todo y hasta el momento viven en la zozobra.

“Cada vez que suenan relámpagos en el cielo, nos persignamos y suplicamos que no vuelva ocurrir lo mismo, porque a pesar de que esto lo hemos vivido en más de una ocasión, no nos acostumbramos a perderlo todo y ya ni se diga de una perdida humana porque ese sería la gota que derramó el vaso.” finalizó Javier.

“Solo la ropa que tenemos puesta es lo único que pudimos rescatar tras la lluvia torrencial del día lunes en la tarde-noche” comentó Javier Zepeda mientras observa su humilde vivienda prácticamente arrasada por las aguas negras en el barrio Niño de Atocha.

Esa tarde del lunes 26 de agosto, Javier decidió salir con su esposa Oralia Pérez a casa de unos familiares.

Observaba las noticias en el televisor cuando observó a través de la ventana un intenso viento acompañado de lluvia.

Como si se tratara de un mal presagio, el hombre de complexión delgada, cabello encanecido y ensortijado le hizo un comentario con voz queda a su mujer, sin perder de vista a la lluvia que batía monótonamente la ventana de la sala.



-Creo que nos vamos a inundar-

En unos cuantos minutos, esa lluvia con viento se tornó en una torrencial, por lo que, angustió a Javier y decidió bajar corriendo sobre la 3ª Poniente.

Empapado, observó que la lluvia había desbordado alcantarillas atascadas con ramas, piedras y cúmulos de pegajosas hojarascas.

El agua había horadado el pavimento al principio y arrancado luego grandes trozos, además, algunos vehículos habían sido arrastrados hasta el puente de la 10ª Norte, incluso, dos unidades particulares habían caído al canal de “La Poti”.

Al tratar de abrirse paso entre los enormes encharcamientos, Javier observó que su vivienda yacía abierta de par en par, la aglomerada lluvia había hecho presión en los cerrojos y como si la hubiese agarrado a patadas, el agua pudo finalmente entrar y comenzar a arrastrar las pertenencias.

Con aterrorizada prisa Javier nadó hasta la entrada y vio que su cilindro de gas flotaba con dirección hacia el canal. Nada pudo hacer al respecto pues de haber intentado rescatar, hubiera terminado en el fondo de esa cascada de aguas negras.

Cuando la lluvia y los encharcamientos comenzaron a retroceder, Javier y Oralia observaron que, los artículos de su vivienda se habían ido con la lluvia.

Únicamente, un ropero y algunos trastes con delgadas láminas de légamo mostraban el grado de suciedad arrastrada por los remolinos de agua.

Finalmente, los muebles, el refrigerador, una pantalla plana, ropa, colchones, modular y hasta el comedor habían terminado dispersos sobre la calle de la 10ª Norte.

Lo único que pudo mantener la familia Zepeda fue la ropa que llevaba puesta esa tarde del diluvio, pues nunca pensaron que se repetiría la historia.

“Durante los últimos días las lluvias habían sido fuertes y no había pasado gran cosa, incluso no le tomábamos gran importancia, pero la del lunes no sé cual fue lo distinto, el caso es que es la segunda vez que nos sucede este tipo de situación y esperamos que el gobierno del señor Rutilio Escandón pueda ayudarnos porque lo perdimos todo” comentó Javier.

Y es que, a sus 68 años, Javier ha dejado de trabajar de manera temporal pues, durante mucho tiempo se dedicó a vender jugos de naranja, pero un día se disparó el precio esta fruta cítrica y al ver que ya no era redituable decidió suspender este oficio.

Actualmente, Zepeda se dedica a trabajos de albañilería o alguno en el que se emplee en manualidades para poder llevar el pan a su hogar.



“Afortunadamente mis hijos ya tienen su casa y trabajo, pero pues ahora lo que poquito que gano es para que comamos mi mujer y yo.

Dicen que lo material no importa y se puede recuperar, pero, los 25 mil pesos que invertí en obtener mis cosas creo que me tomará varios años en recuperarlo” rememora Javier mientras se toma de los cabellos.

La familia Zepeda no piensa irse de su barrio, pues en esa zona crecieron y envejecieron por lo que existe un vínculo nostálgico, además de que, difícilmente alguna familia tuxtleca quisiera comprar el lugar tan fácilmente y sin detenerse a pensar sobre los riesgos que existen en esa zona.

Por otro lado, tan sólo en el Barrio Niño de Atocha, que fue la zona más afectada por las lluvias atípicas acumuladas de 77 milímetros en algunas zonas, existen más 15 familias que lo perdieron todo y hasta el momento viven en la zozobra.

“Cada vez que suenan relámpagos en el cielo, nos persignamos y suplicamos que no vuelva ocurrir lo mismo, porque a pesar de que esto lo hemos vivido en más de una ocasión, no nos acostumbramos a perderlo todo y ya ni se diga de una perdida humana porque ese sería la gota que derramó el vaso.” finalizó Javier.

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