Estoy sentado frente a un paraguas de un Italian coffee, esperando a una amiga que no veo hace varias semanas. Son las cinco de la tarde. Fuera del epicentro del lugar (ruidoso por el manejo de las máquinas hacedoras de café para tomar, de varios tipos), pasan estudiantes y profesores, burócratas y contratistas, compradores de libros y visitantes de la universidad. Sentado en la parte más externa en una silla blanca y mesa blanca de metal recibo el aire fresco de la tarde de fines de febrero. Para no sentir la azarosa espera tomo la revista que acabo de comprar, Letras libres. Me encuentro un ensayo de Enrique Krauze en el que describe con aparente calma varios de los 14 libros publicados de Andrés Manuel López Obrador. El historiador liberal al observar que AMLO no le dedica muchas páginas a los contextos liberales del capitalismo del siglo XX, de sorpresa me encuentro con un calificativo que descalifica al autor que comenta y lo tacha de “ignorante”. Es un golpe seco y sucio, no lo discute, lo descalifica, desde su pontificado editorial. Intenta, desde su atril, minimizarlo, poner en ridículo algunas descripciones del político tabasqueño, ahora en el poder de la presidencia de la República. Nunca lo ha tratado con respeto. Sus mofas han sido permanentes. La habilidad del intelectual orgánico de estado es ligeramente oculta, zigzagueante, al permitirse algunas glosas para trozos del camino discursivo del otro, con la perversa intención de demeritar los aportes críticos de AMLO.
Llega mi amiga y nos dedicamos a hablar del poeta Yves Bonnefoy. Me trae de regalo Las uvas de Zeuxius y gracias a que es pintora me habla largamente del antiguo pintor griego, de sus contemporáneos y de las relaciones entre pintura y poesía en el Perciles de Cervantes. Mi amiga es un deleitosa conversadora, ama la poesía y, por supuesto, la pintura. Quiere pintar al pintor Zeuxuis y al poeta, el Quijote y se fascina describiéndome la manera como los concibe. Yo la escucho con atención. No le digo que ya hace algunos años he leído el poema del escritor francés, por respeto y agradecimiento de su presente.
Al observar la revista Letras Libres, mi amiga, me pregunta qué trae de importante este número, y sin parpadear le digo que un largo escrito de su director contra lo tratado sobre México por Andrés Manuel López Obrador. Cuéntame lo que piensas, me solicita.
Mira, le digo, no lo he leído sino una vez. A vuelo de pájaro recuerdo, entre otras cosas sus referencias muy cortas en torno a la escritura sobre la historia por parte de un militante político. El tono es de reproche. Como que el historiador debe estar sentado en el olimpo de la sabiduría, más allá de la realidad real, y será él quien diga la verdad. Le prometo a mi amiga que me dé chance de volver a leer lo escrito por Krauze para ser más concreto.
Nadie duda de la arrogancia de este señor. Algo puedo comentar, en la medida que por haber reescrito algunos pasajes de la historia de México, (orientado por O. Paz) supone que es él el poseedor de las principales verdades sobre la historia de México del siglo XIX. Sabe disimilar su soberbia con alegres displicencias.
Mira le digo a mi amiga: pretender descartar la mirada de un político sobre los acontecimientos más sobresalientes de lo que ha sucedido en la historia es tan gratuito como inútil. El político es un múltiple lector de los acontecimientos de todo orden y sobre todo es un político que vive la política en carne propia, la padece, la goza, la asume, la piensa, la mastica, la eructa, la comenta, la asume. Esto lo trataremos en una próxima conversación, querida amiga.
Y qué piensas de Krauze, me dice muy jovial y tierna Luisa Fernanda. Mira es un hombre estudioso, polémico, ha aportado, lo que me llama la atención, entre otras cosas es su cercanía al Porfiriato y al Pan. De eso hablaremos en otra ocasión. Es amigo de pontificar y yo me he dado cuenta de ciertas mitificaciones de las cuales es agente. Como también le interesa la literatura le he leído y escuchado decir que el surrealismo en México comienza con Octavio Paz, cuando sabemos que el iniciador a fondo fue Luis Cardoza y Aragón. Y otras cosas más.
Mi amiga me mira un tanto preocupada por mis comentarios. Tomamos otro café y me enseña algunos grabados que ha ejecutado recientemente. Trae propuestas para una serie de cuadros. Luisa Fernanda es una creadora compulsiva de gran fuerza. La conocí en París cuando andaba por esas tierras en compañía de Odacir.
Nos levantamos del lugar y nos vamos caminando a buscar en los museos del centro las exposiciones que nos enseña la bella y centenaria ciudad poblana.
