/ martes 27 de noviembre de 2018

Un precursor del Festival de Biarritz visita Comitán.

Jean Paul Salgues y su esposa Christianne estuvieron un par de días de visita en Comitán. Jean Paul es catedrático jubilado de la carrera de Letras Modernas en la Universidad de Bayona, Francia. Su presencia me dio la oportunidad de charlar con ellos sobre las novedades del pensamiento francés actual, tanto en Literatura como en Economía, lo cual en estos tiempos de virtualidad y disertaciones en la omnipresente telaraña (la web) se agradece, puesto que nos permite tener contacto con el calor y la inteligencia humano. Fueron largas sesiones de charla interminable entre las que se incrustaron las ocasiones de degustar la comida local que muy orgullosamente compartí con mis huéspedes.

Bayona es una pequeña ciudad de unos 120 mil habitantes al sur de Francia, a 40 minutos de Biarritz y a hora y media de Burdeos. Los bordeleses –tengo una prima hermana que vive en la gloriosa tierra de los más distinguidos y aristocráticos vinos tintos y he de confesar que es un maravilloso lugar. Quizá en la actualidad ese tema no sería mi preferido para visitar Burdeos puesto que me he retirado paulatinamente de los ambientes vinolentosos, pero en aquella época en que ahí estuve, tratose de una etapa inolvidable de mi juvenil biografía, en que transitaba por una ávida ansia de conocer el mundo y sus más remotos pobladores y costumbres.

Como he dicho, Bayona es una pequeña ciudad al sur de Francia pero de una vastísima tradición histórica y cultural. Algunos de los asuntos que llamaron mi atención en mi luenga conversación con Jean Paul fueron los siguientes: la Corte de Leonor de Aquitania, en que surgió junto con el provenzal el amor cortés, ese concepto tan sui géneris que dio tema a profundas disertaciones salidas de la pluma de Denis de Rougemont en su “Amor y Occidente”.

Jean Paul me recordó y aclaró, puesto que se lo sugerí, el tema de la invasión napoleónica que se impulsó desde Bayona a España en 1808, la previa abdicación de Fernando VII, rey de España, para dar lugar al reinado de José Bonaparte, al que malévolamente el pueblo español tanto como el francés le aplicaron el mote de Pepe Botellas por su inclinación incontrolable a la bebida. Me contaba Jean Paul que hasta la fecha aún se encuentran casquillos de bala y uno que otro vestigio de la presencia del ejército napoleónico en el lugar, camino a España.

Pero lo que más llamó mi atención fue el profundo y muy bien documentado conocimiento que Jean Paul me compartió sobre las cuestiones lingüísticas y culturales del pueblo de Bayona, a donde confluyen a lo largo de la historia franceses, judíos y vascos. Bayona es parte del territorio vascongado, una nación que por encima de las fronteras y delimitaciones políticas actuales, mantiene la certidumbre de ser una nación común con decenas de siglos de tradición compartida.

El tema del vasco ha sido un misterio en cuanto a sus orígenes y características lingüísticas. Mucho se especuló durante el siglo pasado que sin ser pariente de las demás lenguas romances que la circundan en esas latitudes europeas -el francés, español, portugués, catalán, provenzal, etc.-, al vasco se le consideraba una lengua –y un grupo humano consecuentemente- venida de otras latitudes, quizá muy al oriente de Europa, de algún enclave magyar, tártaro, eslovaco o quizá hasta protoario. Tal era el discurso tradicional. Sin embargo, Jean Paul, hablante de vasco él mismo, tanto como de francés, español, italiano e inglés- tuvo la generosidad de compartirme las tesis diacrónico-lingüísticas actualísimas que tras de un análisis etimológico concienzudo se vislumbra la posibilidad de demostrar que en su esencia el vasco ha cargado su adn de decenas de palabras íberas que fueron aglutinándose con otras de origen visigodo, alano, celta, como producto fiel de cualquier lengua que carga consigo, como un rio, miles de piedrecillas venidas desde distintos orígenes y que conforman el caudal de todo idioma. Jean Paul me habló del descubrimiento reciente de una piedra similar a la de Rosetta, que en el siglo XIX permitió, gracias al hallazgo de un oficial napoléonico en las lejanas tierras del medio oriente, descifrar diversas lenguas puesto que en ella se encontraban textos traducidos al griego, egipcio, fenicio, etc. Así me explicó Jean Paul el proceso histórico experimentado por el vasco que, teniendo su origen en los fenicios, viene arrastrando a través de los siglos gemas verbales desde los remotos lugares del norte de Africa y los litorales orientales del mar Mediterráneo seguramente. Tesis que tocará profundamente los cimientos actuales de la tradición lingüística y filológica de Occidente.

Este conocimiento que nos llega de lejanas tierras a través del talento e inteligencia de individuos enterados de esos temas, son el limo que enriquece a los diferentes pueblos. De manera directa e inmediata. Imagino que tal fue la sorpresa del hombre novohispano o el de la Colonia de cualquier región de América cuando llegaban los demás hombres de remotas tierras trayendo en sus alforjas el conocimiento más destacado de su época; quizá fue en un viaje a la inversa, de no esperarlo sino de ir a buscarlo, la serie de sorpresas que inundaron la imaginación de Marco Polo en sus periplos a la tierra del Gran Kan en su Libro del Millón.

He aquí lo enriquecedor del intercambio humano a través del diálogo en persona que, sin afán de menospreciarlo, lo cual sería iluso actualmente, impide la comunicación virtual. Como si los hubiese sacado de una bolsa de maravillas y a pregunta expresa, Jean Paul fue insertando en nuestras jornadas de coloquio el nombre de los actuales escritores de más prestigio en su patria –Patrick Modiano, por ejemplo, y sus obras Dora Bruder, Para que no te pierdas en el barrio y la trilogía La Ocupación- que, debo decirlo, no son aún títulos que se estudien en nuestras facultades de Letras ni mucho menos entre los ávidos lectores que conozcamos.

También me habló de un destacadísimo economista francés llamado Emmanuel Sáez –oriundo de la región de la Nueva Aquitania, donde se encuentra Bayona; inclusive, Jean Paul y Cristhianne mantienen amistad con la familia de Sáez-, quien será seguramente en los próximos años (vaticinio de Jean Paul) galardonado con el premio Nobel de Economía por sus valiosas aportaciones, junto con Thomas Piketty, a la concepción actual de la economía mundial.

Pero algo que jamás he de olvidar de esta visita de Jean Paul Salgues a Comitán fueron los interesantísimos comentarios que me dispensó sobre la importancia de ofrecer al mundo un Festival de cine Documental Centroamericano como lo es el Chiapas film fest que iniciamos este 28 de Noviembre en Comitán. Las regiones y los pueblos emergentes tienen mucho que contarnos, me manifestó con acento oracular Jean Paul. Precisamente él, quien ha sido asesor -desde la academia- en la organización del Festival de Biarritz, en Francia, el único festival europeo de cine que hasta la fecha ha dado un lugar destacado al cine latinoamericano.


entretejas1@hotmail.com

Jean Paul Salgues y su esposa Christianne estuvieron un par de días de visita en Comitán. Jean Paul es catedrático jubilado de la carrera de Letras Modernas en la Universidad de Bayona, Francia. Su presencia me dio la oportunidad de charlar con ellos sobre las novedades del pensamiento francés actual, tanto en Literatura como en Economía, lo cual en estos tiempos de virtualidad y disertaciones en la omnipresente telaraña (la web) se agradece, puesto que nos permite tener contacto con el calor y la inteligencia humano. Fueron largas sesiones de charla interminable entre las que se incrustaron las ocasiones de degustar la comida local que muy orgullosamente compartí con mis huéspedes.

Bayona es una pequeña ciudad de unos 120 mil habitantes al sur de Francia, a 40 minutos de Biarritz y a hora y media de Burdeos. Los bordeleses –tengo una prima hermana que vive en la gloriosa tierra de los más distinguidos y aristocráticos vinos tintos y he de confesar que es un maravilloso lugar. Quizá en la actualidad ese tema no sería mi preferido para visitar Burdeos puesto que me he retirado paulatinamente de los ambientes vinolentosos, pero en aquella época en que ahí estuve, tratose de una etapa inolvidable de mi juvenil biografía, en que transitaba por una ávida ansia de conocer el mundo y sus más remotos pobladores y costumbres.

Como he dicho, Bayona es una pequeña ciudad al sur de Francia pero de una vastísima tradición histórica y cultural. Algunos de los asuntos que llamaron mi atención en mi luenga conversación con Jean Paul fueron los siguientes: la Corte de Leonor de Aquitania, en que surgió junto con el provenzal el amor cortés, ese concepto tan sui géneris que dio tema a profundas disertaciones salidas de la pluma de Denis de Rougemont en su “Amor y Occidente”.

Jean Paul me recordó y aclaró, puesto que se lo sugerí, el tema de la invasión napoleónica que se impulsó desde Bayona a España en 1808, la previa abdicación de Fernando VII, rey de España, para dar lugar al reinado de José Bonaparte, al que malévolamente el pueblo español tanto como el francés le aplicaron el mote de Pepe Botellas por su inclinación incontrolable a la bebida. Me contaba Jean Paul que hasta la fecha aún se encuentran casquillos de bala y uno que otro vestigio de la presencia del ejército napoleónico en el lugar, camino a España.

Pero lo que más llamó mi atención fue el profundo y muy bien documentado conocimiento que Jean Paul me compartió sobre las cuestiones lingüísticas y culturales del pueblo de Bayona, a donde confluyen a lo largo de la historia franceses, judíos y vascos. Bayona es parte del territorio vascongado, una nación que por encima de las fronteras y delimitaciones políticas actuales, mantiene la certidumbre de ser una nación común con decenas de siglos de tradición compartida.

El tema del vasco ha sido un misterio en cuanto a sus orígenes y características lingüísticas. Mucho se especuló durante el siglo pasado que sin ser pariente de las demás lenguas romances que la circundan en esas latitudes europeas -el francés, español, portugués, catalán, provenzal, etc.-, al vasco se le consideraba una lengua –y un grupo humano consecuentemente- venida de otras latitudes, quizá muy al oriente de Europa, de algún enclave magyar, tártaro, eslovaco o quizá hasta protoario. Tal era el discurso tradicional. Sin embargo, Jean Paul, hablante de vasco él mismo, tanto como de francés, español, italiano e inglés- tuvo la generosidad de compartirme las tesis diacrónico-lingüísticas actualísimas que tras de un análisis etimológico concienzudo se vislumbra la posibilidad de demostrar que en su esencia el vasco ha cargado su adn de decenas de palabras íberas que fueron aglutinándose con otras de origen visigodo, alano, celta, como producto fiel de cualquier lengua que carga consigo, como un rio, miles de piedrecillas venidas desde distintos orígenes y que conforman el caudal de todo idioma. Jean Paul me habló del descubrimiento reciente de una piedra similar a la de Rosetta, que en el siglo XIX permitió, gracias al hallazgo de un oficial napoléonico en las lejanas tierras del medio oriente, descifrar diversas lenguas puesto que en ella se encontraban textos traducidos al griego, egipcio, fenicio, etc. Así me explicó Jean Paul el proceso histórico experimentado por el vasco que, teniendo su origen en los fenicios, viene arrastrando a través de los siglos gemas verbales desde los remotos lugares del norte de Africa y los litorales orientales del mar Mediterráneo seguramente. Tesis que tocará profundamente los cimientos actuales de la tradición lingüística y filológica de Occidente.

Este conocimiento que nos llega de lejanas tierras a través del talento e inteligencia de individuos enterados de esos temas, son el limo que enriquece a los diferentes pueblos. De manera directa e inmediata. Imagino que tal fue la sorpresa del hombre novohispano o el de la Colonia de cualquier región de América cuando llegaban los demás hombres de remotas tierras trayendo en sus alforjas el conocimiento más destacado de su época; quizá fue en un viaje a la inversa, de no esperarlo sino de ir a buscarlo, la serie de sorpresas que inundaron la imaginación de Marco Polo en sus periplos a la tierra del Gran Kan en su Libro del Millón.

He aquí lo enriquecedor del intercambio humano a través del diálogo en persona que, sin afán de menospreciarlo, lo cual sería iluso actualmente, impide la comunicación virtual. Como si los hubiese sacado de una bolsa de maravillas y a pregunta expresa, Jean Paul fue insertando en nuestras jornadas de coloquio el nombre de los actuales escritores de más prestigio en su patria –Patrick Modiano, por ejemplo, y sus obras Dora Bruder, Para que no te pierdas en el barrio y la trilogía La Ocupación- que, debo decirlo, no son aún títulos que se estudien en nuestras facultades de Letras ni mucho menos entre los ávidos lectores que conozcamos.

También me habló de un destacadísimo economista francés llamado Emmanuel Sáez –oriundo de la región de la Nueva Aquitania, donde se encuentra Bayona; inclusive, Jean Paul y Cristhianne mantienen amistad con la familia de Sáez-, quien será seguramente en los próximos años (vaticinio de Jean Paul) galardonado con el premio Nobel de Economía por sus valiosas aportaciones, junto con Thomas Piketty, a la concepción actual de la economía mundial.

Pero algo que jamás he de olvidar de esta visita de Jean Paul Salgues a Comitán fueron los interesantísimos comentarios que me dispensó sobre la importancia de ofrecer al mundo un Festival de cine Documental Centroamericano como lo es el Chiapas film fest que iniciamos este 28 de Noviembre en Comitán. Las regiones y los pueblos emergentes tienen mucho que contarnos, me manifestó con acento oracular Jean Paul. Precisamente él, quien ha sido asesor -desde la academia- en la organización del Festival de Biarritz, en Francia, el único festival europeo de cine que hasta la fecha ha dado un lugar destacado al cine latinoamericano.


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