/ jueves 11 de abril de 2019

Usos y costumbres perpetúan inequidad

Las tradiciones indígenas mantienen a las mujeres en una sumisión, que, sin embargo, algunas defienden

San Cristobal de Las Casas.- En Chiapas, uno de los estados del sureste mexicano, con un mosaico de población indígena de gran riqueza cultural se oculta un gran secreto: los abusos y violaciones a los derechos de las mujeres se cometen al amparo de los usos y costumbres sin que los perpetradores sean castigados.

Como lo informó El Sol de México, Chiapas es uno de los cuatro estados en donde un tercio de sus pobladores justifica el delito de violación como algo provocado por las mismas mujeres, según la Encuesta Nacional de Discriminación (Enadis), realizada por el Inegi.

El sistema de usos y costumbres que rige la vida política, social, económica y hasta sexual en los municipios indígenas chiapanecos perpetúa el régimen patriarcal que deja a las mujeres en condiciones de inequidad y marginación al punto que las niñas y mujeres que reciben abuso físico o sexual no denuncian ante las autoridades por miedo a la reacción de su comunidad, asegura la indígena Pascuala R. Entzin.

El abuso a las mujeres es un fenómeno frecuente que pasa desapercibido porque está arraigado como parte de la educación que se da a las hijas, institucionalizado en el chicotazo, que es como llaman a los golpes que se les da a las mujeres para por apartarse de las buenas costumbres de la comunidad, o por ejemplo, el hecho de que la hijas no pueden heredar propiedades o bienes por parte de sus padres.


LA VENTA DE ESPOSAS

Pascuala, originaria de San Juan Chamula, uno de los municipios indígenas más grandes donde los usos y costumbres son muy arraigados, dice que las mujeres son víctimas de violencia doméstica y sexual porque los hombres las consideran de su propiedad. “No nos dan el valor que realmente merecemos”, dijo.

Esto se debe a que la mayoría de los hombres de la comunidad pagaron cantidades de dinero o dieron gasto, que es una especie de despensa, para concretar su matrimonio.

El pago por una esposa va de los tres mil hasta 40 mil pesos en efectivo, y el gasto puede incluir, varios kilogramos de carne, plátano, frijol, tamales, canastas de pan, pozol, cajas de refresco, cerveza o cigarros para ser repartidos entre la familia de la novia.

Sin embargo, hay mujeres que defienden esta práctica pues es todo un ritual que involucra una muestra de respeto a la familia, una forma de retribución hacia los cuidados que recibieron por parte de sus padres.

Con el gasto se alimenta a los familiares de los padres de la novia durante las visitas del novio a su casa, tíos principalmente que dan a la pareja consejos sobre cómo llevar un buen matrimonio.



VIOLENCIA SEXUAL

Entre 2015 y 21019, Chiapas mantuvo una incidencia de 12.8 violaciones por cada 100 mil mujeres según datos de la Enadis, la segunda cifra más alta después de Sinaloa (13.9).

Ante esto, organizaciones no gubernamentales como la Red por los Derechos Humanos y el Centro Fray Bartolomé de las Casas han denunciado la violencia sexual que impera en las comunidades indígenas la cual ha sumido a miles de víctimas en el silencio y el olvido.

Paradójicamente el estado de Chiapas es uno donde las leyes se han modificado para endurecer las sanciones a los hombres que cometan cualquier tipo de abuso contra las mujeres, apegandose al Código Penal Federal que impone penas de hasta 20 años de prisión a los violadores. Sin embargo, el silencio es el problema.

El sistema de usos y costumbres junto con el clima religioso imperante da como resultado que las víctimas no denuncien ante las autoridades debido a que ven la violencia como un aspecto normal de sus vidas.

Para la psicóloga María Guadalupe Penagos es importante que las autoridades diseñen programas específicos dirigidos a las mujeres indígenas que han sido víctimas de abuso o violación sexual para que rompan el silencio y se atrevan a denunciar ante Fiscalía Especializada.

Sobre todo, porque se desconocen cifras reales sobre sobre el número de agresiones de este tipo de delitos considerados menores.

San Cristobal de Las Casas.- En Chiapas, uno de los estados del sureste mexicano, con un mosaico de población indígena de gran riqueza cultural se oculta un gran secreto: los abusos y violaciones a los derechos de las mujeres se cometen al amparo de los usos y costumbres sin que los perpetradores sean castigados.

Como lo informó El Sol de México, Chiapas es uno de los cuatro estados en donde un tercio de sus pobladores justifica el delito de violación como algo provocado por las mismas mujeres, según la Encuesta Nacional de Discriminación (Enadis), realizada por el Inegi.

El sistema de usos y costumbres que rige la vida política, social, económica y hasta sexual en los municipios indígenas chiapanecos perpetúa el régimen patriarcal que deja a las mujeres en condiciones de inequidad y marginación al punto que las niñas y mujeres que reciben abuso físico o sexual no denuncian ante las autoridades por miedo a la reacción de su comunidad, asegura la indígena Pascuala R. Entzin.

El abuso a las mujeres es un fenómeno frecuente que pasa desapercibido porque está arraigado como parte de la educación que se da a las hijas, institucionalizado en el chicotazo, que es como llaman a los golpes que se les da a las mujeres para por apartarse de las buenas costumbres de la comunidad, o por ejemplo, el hecho de que la hijas no pueden heredar propiedades o bienes por parte de sus padres.


LA VENTA DE ESPOSAS

Pascuala, originaria de San Juan Chamula, uno de los municipios indígenas más grandes donde los usos y costumbres son muy arraigados, dice que las mujeres son víctimas de violencia doméstica y sexual porque los hombres las consideran de su propiedad. “No nos dan el valor que realmente merecemos”, dijo.

Esto se debe a que la mayoría de los hombres de la comunidad pagaron cantidades de dinero o dieron gasto, que es una especie de despensa, para concretar su matrimonio.

El pago por una esposa va de los tres mil hasta 40 mil pesos en efectivo, y el gasto puede incluir, varios kilogramos de carne, plátano, frijol, tamales, canastas de pan, pozol, cajas de refresco, cerveza o cigarros para ser repartidos entre la familia de la novia.

Sin embargo, hay mujeres que defienden esta práctica pues es todo un ritual que involucra una muestra de respeto a la familia, una forma de retribución hacia los cuidados que recibieron por parte de sus padres.

Con el gasto se alimenta a los familiares de los padres de la novia durante las visitas del novio a su casa, tíos principalmente que dan a la pareja consejos sobre cómo llevar un buen matrimonio.



VIOLENCIA SEXUAL

Entre 2015 y 21019, Chiapas mantuvo una incidencia de 12.8 violaciones por cada 100 mil mujeres según datos de la Enadis, la segunda cifra más alta después de Sinaloa (13.9).

Ante esto, organizaciones no gubernamentales como la Red por los Derechos Humanos y el Centro Fray Bartolomé de las Casas han denunciado la violencia sexual que impera en las comunidades indígenas la cual ha sumido a miles de víctimas en el silencio y el olvido.

Paradójicamente el estado de Chiapas es uno donde las leyes se han modificado para endurecer las sanciones a los hombres que cometan cualquier tipo de abuso contra las mujeres, apegandose al Código Penal Federal que impone penas de hasta 20 años de prisión a los violadores. Sin embargo, el silencio es el problema.

El sistema de usos y costumbres junto con el clima religioso imperante da como resultado que las víctimas no denuncien ante las autoridades debido a que ven la violencia como un aspecto normal de sus vidas.

Para la psicóloga María Guadalupe Penagos es importante que las autoridades diseñen programas específicos dirigidos a las mujeres indígenas que han sido víctimas de abuso o violación sexual para que rompan el silencio y se atrevan a denunciar ante Fiscalía Especializada.

Sobre todo, porque se desconocen cifras reales sobre sobre el número de agresiones de este tipo de delitos considerados menores.

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