La cultura maya, arraigada en gran parte de Chiapas y el sureste mexicano, resistió la imposición de las costumbres y creencias españolas durante la conquista, conservando sus tradiciones a pesar de la llegada de los colonizadores.
En el municipio de San Juan Chamula, hogar de una gran población tzotzil, una de las etnias mayas que sobreviven en Chiapas, estas tradiciones se mantienen vivas hasta el día de hoy, creando un singular sincretismo religioso.
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El templo de San Juan Bautista es el epicentro religioso de esta comunidad, donde la fe se profesa de una manera única y distintiva. A diferencia de las iglesias católicas convencionales, en San Juan Chamula no hay bancas; en su lugar, los fieles rezan hincados frente a velas multicolores y entregan ofrendas, incluyendo sacrificios de animales.
Una de las prácticas más llamativas es el consumo de una bebida alcohólica local llamada "posh", un fermentado de maíz, durante los rituales. Además, el piso del templo está cubierto con ramas de pino, considerado un árbol sagrado por los chamulas, quienes creen que la luz de las velas y el pino los acercan a Dios.
Las figuras de los santos están adornadas con espejos, y las confesiones se realizan personalmente frente a ellos, reflejándose en los espejos como símbolo de sinceridad. Aunque no hay un sacerdote oficial en la iglesia, ocasionalmente llegan para realizar bautizos, el único sacramento que se practica.
Durante las fiestas patronales, se prohíbe la presencia de mujeres, ya que los habitantes creen en la fusión de San Juan con el "ajaw", una deidad maya, quien se trasladó al cerro Tzontehuitz para cuidar las almas de los chamulas.
A pesar de la influencia española y la evangelización, las tradiciones mayas de San Juan Chamula continúan siendo una parte vital de la identidad cultural de la comunidad, demostrando su resistencia y resiliencia a lo largo de los siglos.
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