- En vísperas del Día de San Roque, fue efectuada lamisa anual de bendición de mascotas. Hoy el santo será festejadoen el céntrico y vetusto barrio tuxtleco que lleva su nombre
Perros, gatos, tortugas y pericos entraban y salíande la Parroquia de San Roque como “Juan y Pedro por su casa”.No es que la iglesia fuera convertida en un zoológico, en unaclínica veterinaria o en un centro de protección de fauna, sinoque los animales eran los invitados especiales a la homilía.
Como cada año, ayer a las 11:00 de la mañana, envísperas del Día de San Roque, las autoridades católicasefectuaron la misa anual de bendición de mascotas en el templo delcéntrico barrio tuxtleco, que está bajo el patronazgo de esesanto. La ceremonia confirmó lo que los animales pueden hacer porlos humanos y la responsabilidad que implica tener una mascota.
Grandes, medianos y pequeños. Blanco, negro yamarrillo. Nerviosos, calmados y bravos. De todo hubo ayer en laiglesia durante los 45 minutos que duró el servicio, tiempo en elque los sonidos agudos sustituyeron a las plegarias, los chillidosa las notas de guitarra y los ladridos a sermones.
Los aplausos fueron para una perrita de pelaje blancoque en todo momento acompañó a su amo, Rogelio Gómez, unsextagenario que se moviliza en una silla de ruedas. El animal vivepara él y él para ella. A don Rogelio sólo le queda agradecer aSan Roque “que me envió a mi mascota”.
El párroco, Francisco Javier Albores, dice que labendición de animales es llevada a cabo en honor al perro que,según la leyenda, alimentó y curó a San Roque cuando elforastero francés enfermó de peste.
Acciones como ésta no son extrañas. Los animalesson obra de la creación de Dios. De hecho, hay una liturgiaespecial para ellos. “La historia de San Roque muestra lo que unanimal puede hacer por una persona. Por ello, tener una mascota noes un juego, sino una responsabilidad”, afirma durante lahomilía.
El argumento quedó muy claro después de ver lashuellas, el pelaje y los connatos de pelea que la fauna dejó alabandonar el recinto y protagonizó durante su estancia en laiglesia, respectivamente.
Una señora santigua a su perro, una joven recibe unalamida de su cachorro al momento de hincarse a orar, y un niño lerecomienda a una señora que no meta su gato a la iglesia porquelos “canes se lo van a acabar”. No hay duda, es unaceremonia muy particular.
Mientras eso sucede, un líquido amarillento y de unpeculiar olor comienza a gotear por uno de los 10 escalones quellevan a la parroquia. Es un perro chihuahua que marca y a la vezdeja apartado su lugar en el templo para la misa del próximoaño.
