/ martes 19 de febrero de 2019

El agua, activo estratégico de Chiapas

En entregas anteriores hemos expuesto las razones por las cuales ese estado del sureste de México, resulta de la más alta relevancia en un mundo que avanza cada vez más hacia las energías verdes.


No es casual. Chiapas es -junto con Tabasco-, el territorio que recibe mayor precipitación en el país, formando el sistema fluvial más importante de México. Los ríos Grijalva y Usumacinta, generan el 35 por ciento de las corrientes de nuestra nación.

Chiapas es, además, una de las entidades con mayores reservas de agua dulce; por lo que no es posible concebir su desarrollo productivo y social sin el debido cuidado integral de sus recursos acuíferos, que deben ser su columna vertebral.

Esto significa, asimismo, voltear a ver otros activos naturales a preservar, como nuestros bosques y selvas.

La desertificación, deforestación y contaminación degradan las cuencas hidrológicas, azolvan los cauces y ponen en grave peligro el futuro de las fuentes renovables de agua. Por si fuera poco, los incendios forestales y la tala ilícita ponen en riesgo la seguridad de las familias que viven cerca de laderas y cerros, que se desgajan más fácilmente por la ausencia de vegetación.

Como podrá entenderse, cuidar el agua es el primer paso hacia la preservación de otros recursos, pero también para la supervivencia humana y la prosperidad económica.

Por ello, resulta indispensable que en el país en general -y en específico en Chiapas-, se fortalezca la inversión en infraestructura hidráulica, con objetivos puntuales, como: modernizar y construir nuevas plantas de tratamiento de aguas residuales; rehabilitar y construir redes de drenaje conforme al crecimiento de las áreas urbanas; ampliar las redes de abastecimiento de agua potable; manejar adecuadamente y hacer más eficientes los sistemas de recolección de residuos sólidos (basura); rehabilitar y modernizar los rellenos sanitarios municipales; construir plantas de reciclaje, entre otros.

Al mismo tiempo, debemos concentrarnos en generar nuevos sistemas de producción más intensiva y sustentable en el campo para incrementar el rendimiento y la calidad de los cultivos, con miras a obtener más ingresos para los trabajadores rurales.

En este sentido, es positivo que el presidente López Obrador haya puesto en marcha el proyecto “Sembrando Vida”, con el que, además de crear 200 mil empleos permanentes este año, se sembrarán hasta un millón de hectáreas durante la primera mitad de su administración.

Se producirán árboles frutales y maderables acordes a la vocación natural y productiva de cada región y qué bueno que sea así. Es indispensable revivir al campo para acabar con la pobreza y desincentivar la migración.

En su primera etapa, este programa abarcará ocho entidades del sureste, pero para 2020, se espera que incluya hasta 19 entidades federativas.

Desde luego, siempre habrá esfuerzos adicionales por hacer. Por ejemplo, se requiere promover una ganadería responsable -que no invada nuestras selvas y bosques-, así como una industria forestal que garantice el aprovechamiento sostenible y acabe de forma definitiva con la tala clandestina.

El agua es la riqueza natural más grande que tenemos, y un derecho ciudadano. El agua es fuente de vida, pero también de prosperidad. Un activo estratégico. Si logramos salvar la sustentabilidad del agua, lograremos salvar el futuro de Chiapas, y el de todos.



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La desertificación, deforestación y contaminación degradan las cuencas hidrológicas, azolvan los cauces y ponen en grave peligro el futuro de las fuentes renovables de agua. Por si fuera poco, los incendios forestales y la tala ilícita ponen en riesgo la seguridad de las familias que viven cerca de laderas y cerros, que se desgajan más fácilmente por la ausencia de vegetación



Resulta indispensable que en el país en general -y en específico en Chiapas-, se fortalezca la inversión en infraestructura hidráulica, con objetivos puntuales