/ jueves 28 de febrero de 2019

Diálogo sobre el maestro tucidídes, fundador de la historiografía

PIEDRA DE TOQUE

Sentados en la misma silla y frente a la misma mesa, por tercera vez hablamos mi amiga y yo. Le digo: Apreciada Luisa Fernanda, me extendí en la cita de la carta de Dionisio de Halicarnaso a Pompeyo Génico gracias a que traza con precisión varios planteamientos que fueron fundamentales y decisivos para el pensamiento histórico romano, nada más que por medio de un griego, Dionisio de Halicarnaso.

_Mira, afirmo: la idea de elegir un tema “noble y agradable” para los lectores pone de relieve que eran los nobles los lectores elegidos de entonces. Punto y aparte. No tiene sentido para un historiador renegar de una guerra, sentir repugnancia por los hechos sucedidos. Basta mirarla en sus entrañas, más allá de sus miserias, entender su gestación, desarrollo y fin. La idea de que el historiador está en la necesidad de “discernir” que “sucesos deben incluirse en su narración y qué omitir”, es eminentemente ideológica, estrategia política y consideración filosófica. ¿No crees Luisa? Llama la atención que Dionisio de Halicarnaso cuestione a Tucidídes la descripción detallada, paso a paso, sin descanso, de todo lo que implica, de principio a fin, una guerra, como la del Peloponeso, llegando a suponer que tal minucioso trabajo fatiga al lector.

_Si amigo, tienes razón, comenta Luisa. No es correcto que una obra escrita con atención y pulcritud sea descalificada por lo detallada y concreta tal y como fue pensada y realizada. Tengo entendido que Dionisio de Halicarnaso buscaba conciliar a los griegos con el imperio romano; es autor de una Historia antigua de Roma; escribió, además, sobra la imitación y la retórica. Y nada adecuada es la cita que trae de Píndaro: “el exceso fatiga, incluso el de la miel, y el de las placenteras flores de Afrodita.” No olvido cuando leímos a tu admirado W. Blake, que en uno de sus proverbios escribió: el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría.

_Está bien lo que afirmas, amiga. Mira: Dionisio de Halicarnaso no entendió el método propuesto por Tucidídes y se quedó con Herodoto, con sus explicaciones míticas y divinas. Tucidídes había roto, en sus indagaciones metodológicas, con los historiadores que lo precedían. El lector y traductor más reciente de la obra del ateniense, con numerosas notas, es el español Juan José Torres Esbarranch (1982). Sin olvidar que Herodoto estableció vínculos entre historia, geografía y etnografía. Este investigador español sostiene que la obra de Tucidídes “es la historia de cómo evolucionó la guerra y la política de los Estados griegos con todos sus entresijos…el objetivo de la investigación ticidídea es la guerra en sí misma, en sus diversas fases, con el análisis de sus causas, implicaciones y consecuencias; y no es la guerra en su visión superficial o anecdótica, al modo de un simple relato de un corresponsal de guerra (aunque también es un excelente observador, y narrador de hechos bélicos, fuente de gran interés para los estudios de realia, estrategia, náutica, armamento, etc.), sino que se interesa de forma especial por su trasfondo, sus raíces y derivaciones; le importan los hechos bélicos y sus causas profundas, los motivos que la desencadenaron o se esgrimieron, las fuerzas, leyes e ideas subyacentes, su evolución y el papel de los políticos y de los pueblos, las consecuencias morales que provocó, etc.”

_Por lo indicado, amiga, se le conoce como el maestro de la historiografía, asimilando y dejando atrás a todos los anteriores, incluido Herodoto. Entre los precursores de Tucídides se menciona a Helánico de Mitilene o Lesbos ( es el iniciador de buscar fundamentos en documentos escritos), al que Tucídides critica en su obra, que escribió una historia del Ática hacia el -405 y muchos otros libros, entre ellos una Atlantida, diferente a la Atlántida de Platón.Dionisio de Halicarnaso, en época de Augusto, cita varios historiadores anteriores o contemporáneos de Tucídides: Egeón de Samos, Dioco de Proconeso, Eudemo de Paros, Damocles de Figela, Hecateo de Mileto, Acusilao de Argos, Carón de Lámpsaco, Meleságoras de Calcedonia, Helánico de Lesbos, Damastes de Sigeo, Jenómedes de Quíos y Janto de Lidia, además de Antíoco de Siracusa, cuya historia de Sicilia fue sin duda conocida por Tucídides.



Sabemos, amiga, que el maestro, buena parte de su obra la escribió en exilio, de ahí su aguda y profunda comprensión de su tiempo, acercando su mirada crítica, desde la distancia, con olor y sabor a destierro, a su amada Atenas, donde se formó y añoró tantos ideales; no se detuvo en su Guerra del Peloponeso en la antigüedad, aunque se distancia de las consideraciones de sus antecesores, prefirió, mirar y desentrañar su presente histórico. Durante la primera fase de la Guerra del Peloponeso, fue nombrado estratega de la ciudad de Atenas con el fin de romper el asedio de Anfípolis, en Tracia y dado el desastroso fracaso de su estrategia fue desterrado. Su padre, Óloro, era originario de Tracia perteneciente a la familia noble de los Filaidas. Óloro fue padre de Hegesípila, con quien contrajo matrimonio Milcíades, vencedor de Maratón. De este matrimonio fue hijo Cimón, y Óloro y su hijo Tucidídes “fueron descendientes de dicha unión a través de una hermana de Cimón, la abuela del historiador”, cuenta Torres Esbarranch.

Fue, Tucídides, un hombre de profundas curiosidades intelectuales “en todos los campos y con una enorme capacidad por intercambiar técnicas y logros entre diversas disciplinas”, sostiene su traductor mencionado. Tuvo, el historiador, relación con los sofistas que fueron sus contemporáneos “cuyas enseñanzas dejan huella en la literatura de la época.”

En síntesis, Tucidídes es un historiador genial. Leyó su tiempo como muy pocos. Estuvo en relación con el pensamiento filosófico de su momento y también, es obvio suponerlo, leyó a los literatos, los poetas, especialmente a los trágicos, que fueron maestros en entender la manera de ser de los griegos. Sabemos que admiró a Homero, sin ser su repetidor irredento como Herodoto.


Disculpa: En mi piedra de toque anterior, el día lunes, aparecieron una serie de errores. Cuando me disponía a corregir debí salir corriendo a urgencias del Issste y así como estaba el texto lo envié al periódico. Esa es la razón de los tontos errores. Pido disculpas a mis amables y tolerantes lectores.

Sentados en la misma silla y frente a la misma mesa, por tercera vez hablamos mi amiga y yo. Le digo: Apreciada Luisa Fernanda, me extendí en la cita de la carta de Dionisio de Halicarnaso a Pompeyo Génico gracias a que traza con precisión varios planteamientos que fueron fundamentales y decisivos para el pensamiento histórico romano, nada más que por medio de un griego, Dionisio de Halicarnaso.

_Mira, afirmo: la idea de elegir un tema “noble y agradable” para los lectores pone de relieve que eran los nobles los lectores elegidos de entonces. Punto y aparte. No tiene sentido para un historiador renegar de una guerra, sentir repugnancia por los hechos sucedidos. Basta mirarla en sus entrañas, más allá de sus miserias, entender su gestación, desarrollo y fin. La idea de que el historiador está en la necesidad de “discernir” que “sucesos deben incluirse en su narración y qué omitir”, es eminentemente ideológica, estrategia política y consideración filosófica. ¿No crees Luisa? Llama la atención que Dionisio de Halicarnaso cuestione a Tucidídes la descripción detallada, paso a paso, sin descanso, de todo lo que implica, de principio a fin, una guerra, como la del Peloponeso, llegando a suponer que tal minucioso trabajo fatiga al lector.

_Si amigo, tienes razón, comenta Luisa. No es correcto que una obra escrita con atención y pulcritud sea descalificada por lo detallada y concreta tal y como fue pensada y realizada. Tengo entendido que Dionisio de Halicarnaso buscaba conciliar a los griegos con el imperio romano; es autor de una Historia antigua de Roma; escribió, además, sobra la imitación y la retórica. Y nada adecuada es la cita que trae de Píndaro: “el exceso fatiga, incluso el de la miel, y el de las placenteras flores de Afrodita.” No olvido cuando leímos a tu admirado W. Blake, que en uno de sus proverbios escribió: el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría.

_Está bien lo que afirmas, amiga. Mira: Dionisio de Halicarnaso no entendió el método propuesto por Tucidídes y se quedó con Herodoto, con sus explicaciones míticas y divinas. Tucidídes había roto, en sus indagaciones metodológicas, con los historiadores que lo precedían. El lector y traductor más reciente de la obra del ateniense, con numerosas notas, es el español Juan José Torres Esbarranch (1982). Sin olvidar que Herodoto estableció vínculos entre historia, geografía y etnografía. Este investigador español sostiene que la obra de Tucidídes “es la historia de cómo evolucionó la guerra y la política de los Estados griegos con todos sus entresijos…el objetivo de la investigación ticidídea es la guerra en sí misma, en sus diversas fases, con el análisis de sus causas, implicaciones y consecuencias; y no es la guerra en su visión superficial o anecdótica, al modo de un simple relato de un corresponsal de guerra (aunque también es un excelente observador, y narrador de hechos bélicos, fuente de gran interés para los estudios de realia, estrategia, náutica, armamento, etc.), sino que se interesa de forma especial por su trasfondo, sus raíces y derivaciones; le importan los hechos bélicos y sus causas profundas, los motivos que la desencadenaron o se esgrimieron, las fuerzas, leyes e ideas subyacentes, su evolución y el papel de los políticos y de los pueblos, las consecuencias morales que provocó, etc.”

_Por lo indicado, amiga, se le conoce como el maestro de la historiografía, asimilando y dejando atrás a todos los anteriores, incluido Herodoto. Entre los precursores de Tucídides se menciona a Helánico de Mitilene o Lesbos ( es el iniciador de buscar fundamentos en documentos escritos), al que Tucídides critica en su obra, que escribió una historia del Ática hacia el -405 y muchos otros libros, entre ellos una Atlantida, diferente a la Atlántida de Platón.Dionisio de Halicarnaso, en época de Augusto, cita varios historiadores anteriores o contemporáneos de Tucídides: Egeón de Samos, Dioco de Proconeso, Eudemo de Paros, Damocles de Figela, Hecateo de Mileto, Acusilao de Argos, Carón de Lámpsaco, Meleságoras de Calcedonia, Helánico de Lesbos, Damastes de Sigeo, Jenómedes de Quíos y Janto de Lidia, además de Antíoco de Siracusa, cuya historia de Sicilia fue sin duda conocida por Tucídides.



Sabemos, amiga, que el maestro, buena parte de su obra la escribió en exilio, de ahí su aguda y profunda comprensión de su tiempo, acercando su mirada crítica, desde la distancia, con olor y sabor a destierro, a su amada Atenas, donde se formó y añoró tantos ideales; no se detuvo en su Guerra del Peloponeso en la antigüedad, aunque se distancia de las consideraciones de sus antecesores, prefirió, mirar y desentrañar su presente histórico. Durante la primera fase de la Guerra del Peloponeso, fue nombrado estratega de la ciudad de Atenas con el fin de romper el asedio de Anfípolis, en Tracia y dado el desastroso fracaso de su estrategia fue desterrado. Su padre, Óloro, era originario de Tracia perteneciente a la familia noble de los Filaidas. Óloro fue padre de Hegesípila, con quien contrajo matrimonio Milcíades, vencedor de Maratón. De este matrimonio fue hijo Cimón, y Óloro y su hijo Tucidídes “fueron descendientes de dicha unión a través de una hermana de Cimón, la abuela del historiador”, cuenta Torres Esbarranch.

Fue, Tucídides, un hombre de profundas curiosidades intelectuales “en todos los campos y con una enorme capacidad por intercambiar técnicas y logros entre diversas disciplinas”, sostiene su traductor mencionado. Tuvo, el historiador, relación con los sofistas que fueron sus contemporáneos “cuyas enseñanzas dejan huella en la literatura de la época.”

En síntesis, Tucidídes es un historiador genial. Leyó su tiempo como muy pocos. Estuvo en relación con el pensamiento filosófico de su momento y también, es obvio suponerlo, leyó a los literatos, los poetas, especialmente a los trágicos, que fueron maestros en entender la manera de ser de los griegos. Sabemos que admiró a Homero, sin ser su repetidor irredento como Herodoto.


Disculpa: En mi piedra de toque anterior, el día lunes, aparecieron una serie de errores. Cuando me disponía a corregir debí salir corriendo a urgencias del Issste y así como estaba el texto lo envié al periódico. Esa es la razón de los tontos errores. Pido disculpas a mis amables y tolerantes lectores.

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