/ domingo 7 de enero de 2024

El Cristo Negro de Esquipulas: Historia y tradición de fe arraigada

Desde tiempos antiguos, mucho antes de la llegada de los españoles al continente americano, Esquipulas ha sido un lugar de peregrinación en Mesoamérica

Desde tiempos precolombinos, Esquipulas ha sido un enclave de devoción en Mesoamérica, honrando al dios guerrero de ébano, Ek Chuah. La llegada de los españoles trajo consigo la inculturación religiosa, fusionando las creencias nativas con la fe católica. En medio de este mestizaje cultural, surge la historia del icónico Cristo Negro de Esquipulas.

En 1530, tras la conquista, los misioneros católicos empezaron su labor evangelizadora en la región. Para 1594, arraigada ya la fe católica, la comunidad local, aprovechando una abundante cosecha de algodón, encargó una imagen de Jesús crucificado. El escultor portugués Quirio Cataño, residente en Guatemala, recibió el encargo y entregó la obra el 4 de octubre de ese mismo año.

El contrato original se conservó en la Parroquia de Quezaltepeque hasta su deterioro, momento en que el Obispo de Guatemala, Fray Andrés de las Navas, ordenó su copia debido a su importancia histórica.

En Huhuetán, Tuzantán y Huixtla, terminan con fervor las festividades de Esquipulas/Foto: Amílcar García | Diario del Sur

La tradición oral relata que al traer la imagen de regreso a Esquipulas, los viajeros que la veían en el camino quedaban asombrados por su belleza y pedían que se quedara una noche con ellos, dando inicio así a la peregrinación para venerar la imagen. Finalmente, el 9 de marzo de 1595, la escultura llegó a Esquipulas.

A lo largo de los años, se creía que la madera utilizada por Cataño era oscura para emular la piel de los habitantes locales, pero durante una restauración se descubrió que originalmente tenía un tono claro. La exposición al humo de las velas y el contacto de millones de manos devotas le otorgaron su característico tono oscuro.

El padre Pedro Aviña destaca que el Cristo Negro, ubicado en el santuario guatemalteco, es venerado por millones en Centroamérica y México.

Con más de cuatro siglos de existencia, la escultura sigue atrayendo devotos. El 15 de enero, la Basílica del Señor de Esquipulas se llena con más de medio millón de peregrinos latinoamericanos, quienes consideran al Santo Crucifijo como portador de milagros y símbolo de una fe arraigada en la historia y la tradición.

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Desde tiempos precolombinos, Esquipulas ha sido un enclave de devoción en Mesoamérica, honrando al dios guerrero de ébano, Ek Chuah. La llegada de los españoles trajo consigo la inculturación religiosa, fusionando las creencias nativas con la fe católica. En medio de este mestizaje cultural, surge la historia del icónico Cristo Negro de Esquipulas.

En 1530, tras la conquista, los misioneros católicos empezaron su labor evangelizadora en la región. Para 1594, arraigada ya la fe católica, la comunidad local, aprovechando una abundante cosecha de algodón, encargó una imagen de Jesús crucificado. El escultor portugués Quirio Cataño, residente en Guatemala, recibió el encargo y entregó la obra el 4 de octubre de ese mismo año.

El contrato original se conservó en la Parroquia de Quezaltepeque hasta su deterioro, momento en que el Obispo de Guatemala, Fray Andrés de las Navas, ordenó su copia debido a su importancia histórica.

En Huhuetán, Tuzantán y Huixtla, terminan con fervor las festividades de Esquipulas/Foto: Amílcar García | Diario del Sur

La tradición oral relata que al traer la imagen de regreso a Esquipulas, los viajeros que la veían en el camino quedaban asombrados por su belleza y pedían que se quedara una noche con ellos, dando inicio así a la peregrinación para venerar la imagen. Finalmente, el 9 de marzo de 1595, la escultura llegó a Esquipulas.

A lo largo de los años, se creía que la madera utilizada por Cataño era oscura para emular la piel de los habitantes locales, pero durante una restauración se descubrió que originalmente tenía un tono claro. La exposición al humo de las velas y el contacto de millones de manos devotas le otorgaron su característico tono oscuro.

El padre Pedro Aviña destaca que el Cristo Negro, ubicado en el santuario guatemalteco, es venerado por millones en Centroamérica y México.

Con más de cuatro siglos de existencia, la escultura sigue atrayendo devotos. El 15 de enero, la Basílica del Señor de Esquipulas se llena con más de medio millón de peregrinos latinoamericanos, quienes consideran al Santo Crucifijo como portador de milagros y símbolo de una fe arraigada en la historia y la tradición.

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