Desde hace 14 años en una de las áreas de la Zona Arqueológica de Izapa vive Virginia López de la Cruz, quien se dedica a realizar obras de arte con el huacal y las jícaras que sembraron los Mayas en esta región del Soconusco.
Ella ocupa estos árboles que dan estos frutos de diferentes tamaños y los convierte en piezas únicas de arte, sólo con su imaginación, el talento que tiene con las manos para dibujar y pintar desde que tenía escasos 12 años de edad y que fue perfeccionado con el paso de los años.
Para realizar una pieza en estos frutos se llevan hasta dos meses si se le pone empeño, dedicación y mucho tiempo, pero a pesar de eso no es muy valorado el trabajo por los ciudadanosVirginia López de la Cruz, Artesana
López de la Cruz corta los frutos y los pone a cocer a fuego lento por unas dos o tres horas para poder quitarle la pulpa que tiene en su interior y posteriormente empezar a labrar sus productos artesanales que sólo ella hace en la zona.
En su pequeño puesto que tiene en el grupo A de Izapa, turistas nacionales e internacionales pueden apreciar y comprar los trabajos que ella realiza en bolsas, aretes, dijes de corteza de la jícara, maracas, monederos, así como máscaras.
Explicó, que las obras de arte que realiza en las jícaras son las estelas que tiene la zona arqueológica de Izapa, así como grifos de Palenque y de otros lugares que son representativos de Chiapas, ya que son los que más buscan los turistas europeos que llegan en los cruceros.
La pieza que más le piden los visitantes del lugar y la que más vende desde hace 14 años que se dedica a realizar este trabajo que se convirtió en una fuente de ingreso familiar, es El Árbol de la Vida (estela número 5) de la zona arqueológica.
La estela 5 de Izapa es un monumento monolítico mesoamericano hallado en el sitio arqueológico del Soconusco y data del periodo ocurrido entre 300 a. C.- 50 d.C., aunque otras interpretaciones la ubican temporalmente hasta el año 250 d. C.
Virginia narró, que la idea le nació por su pasión por dibujar y por rescatar el huacal que está en peligro de extinción desde hace varios años y ninguno hace algo por rescatar esta especie milenaria que sembraron los Mayas que habitaron el sur del país.
Dijo, que su papá tenía unos árboles y que con ellos empezó a trabajar, posteriormente fue buscando las semillas de las especies, ya que hay varias como el morro que es el más pequeño, el huacal que es el redondo y la jícara que es larga.
A lo largo de este tiempo ha vendido más de mil productos a diferentes turistas de todo el mundo y la más cara que ha entregado fue una de dos mil pesos a un turista de Canadá, además, ha participado en un sinfín de exposiciones en la región, tiene una invitación para ir a Guatemala, pero la falta de recursos no le ha dejado llevar su muestra al vecino país.
Es su local se pueden encontrar piezas elaboradas con este material que van desde los 130 pesos hasta el precio más alto que ha vendido que fue de dos mil pesos.
La artesana del moro que es una fruta tan milenaria que se menciona en el libro sagrado de los Mayas, el Popol Vuh, platicó, que le gusta rescatar lo que se ha ido perdiendo por el desinterés de los jóvenes y el poco valor que le dan las autoridades a los artesanos de la zona que cada vez son menos por la falta de apoyo para impulsar la cultura en la zona.
El jícaro, el huacal y el morro son árboles originarios de América de unos 5 metros de altura y fueron sembrados por los Mayas para utilizar su fruto como utensilios del hogar y medicamento para la gripe, principalmente. Estos árboles se dan en Tabasco, Chiapas y en la Península de Yucatán, además, desde 1948 en Centroamérica se estudian estos frutos que están en peligro de extinción.
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