/ martes 6 de diciembre de 2022

Joyas Chiapaenecas | Lorenza, la de Tapachula

A Lorenza jamás le gustó su posición de niña mimada de una de las familias más aristocráticas de Tapachula, por lo que se sintió feliz el día en que, al terminar la preparatoria, partió a la Ciudad de México para estudiar la carrera de medicina sin sospechar que ése sería el primer paso que daría para encontrarse con su fatal destino.

Calificada con el promedio más alto de su generación en la UNAM, obtuvo la medalla Gabino Barreda, que otorga la Universidad Nacional al mérito académico, lo que le valió para que sus padres le permitieran permanecer en México para estudiar la especialidad en patología, la cual también terminó con estupendas calificaciones.

“Creo que ahora es el momento de regresar a Tapachula, sentar cabeza y casarte bien”, dijo su madre a Lorenza con lágrimas en los ojos cuando ésta recibió su título de posgrado. Pero pocas

personas sabían que la brillante médica estaba ya inscrita en una segunda especialidad: psiquiatría.

Nada ni nadie pudo convencerla de la conveniencia de reintegrarse a la oligarquía de Chiapas, en la que una mujer que ha vivido mucho tiempo fuera de su casa no es vista con muy buenos ojos.

Pronto Lorenza empezó a hacer sus prácticas clínicas en el hospital psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, en el que se enfrentó a la locura mientras estudiaba las mejores terapias para combatirla.

No obstante, perdió la batalla y, sin saber en qué momento, ella misma empezó a manifestar comportamientos erráticos, como ausencias, delirios, obsesiones, falta de higiene y de interés por la vida.

No había cumplido los 25 años edad y estaba a punto de obtener su segundo posgrado cuando tuvo su primer intento de suicidio. Su padre en persona se trasladó a la capital del país para recoger a su hija y llevarla a su casa, en donde pensaban cuidarla hasta que se recuperara.

Después de dos intentos de acuchillar a su madre y muchas otras extravagancias más, Lorenza tuvo que ser internada en el manicomio San Agustín, de Tuxtla, en el que pasó de ser la estudiosa a convertirse objeto de estudio y de terapia.

Los chiapanecos son muy reservados para las cosas que suceden en las altas esferas de la sociedad por lo que el caso casi no fue comentado, ni siquiera cuando Lorenza fue agredida mortalmente por otra loca de buena familia con quien compartía el cuarto.

Correo: santapiedra@gmail.com

A Lorenza jamás le gustó su posición de niña mimada de una de las familias más aristocráticas de Tapachula, por lo que se sintió feliz el día en que, al terminar la preparatoria, partió a la Ciudad de México para estudiar la carrera de medicina sin sospechar que ése sería el primer paso que daría para encontrarse con su fatal destino.

Calificada con el promedio más alto de su generación en la UNAM, obtuvo la medalla Gabino Barreda, que otorga la Universidad Nacional al mérito académico, lo que le valió para que sus padres le permitieran permanecer en México para estudiar la especialidad en patología, la cual también terminó con estupendas calificaciones.

“Creo que ahora es el momento de regresar a Tapachula, sentar cabeza y casarte bien”, dijo su madre a Lorenza con lágrimas en los ojos cuando ésta recibió su título de posgrado. Pero pocas

personas sabían que la brillante médica estaba ya inscrita en una segunda especialidad: psiquiatría.

Nada ni nadie pudo convencerla de la conveniencia de reintegrarse a la oligarquía de Chiapas, en la que una mujer que ha vivido mucho tiempo fuera de su casa no es vista con muy buenos ojos.

Pronto Lorenza empezó a hacer sus prácticas clínicas en el hospital psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, en el que se enfrentó a la locura mientras estudiaba las mejores terapias para combatirla.

No obstante, perdió la batalla y, sin saber en qué momento, ella misma empezó a manifestar comportamientos erráticos, como ausencias, delirios, obsesiones, falta de higiene y de interés por la vida.

No había cumplido los 25 años edad y estaba a punto de obtener su segundo posgrado cuando tuvo su primer intento de suicidio. Su padre en persona se trasladó a la capital del país para recoger a su hija y llevarla a su casa, en donde pensaban cuidarla hasta que se recuperara.

Después de dos intentos de acuchillar a su madre y muchas otras extravagancias más, Lorenza tuvo que ser internada en el manicomio San Agustín, de Tuxtla, en el que pasó de ser la estudiosa a convertirse objeto de estudio y de terapia.

Los chiapanecos son muy reservados para las cosas que suceden en las altas esferas de la sociedad por lo que el caso casi no fue comentado, ni siquiera cuando Lorenza fue agredida mortalmente por otra loca de buena familia con quien compartía el cuarto.

Correo: santapiedra@gmail.com