/ martes 26 de enero de 2021

Joyas chiapanecas | Reina Coronada


No cualquiera conoce a una reina en persona, por eso me motivé en grado superlativo cuando hace casi 30 años, Conrado De la Cruz Jiménez, mi jefe en ese entonces, me telefoneó para preguntarme si quería entrevistar personalmente a Lupita Jones, la primera mexicana en haber sido coronada “Miss Universo”, y que entonces empezaba a coordinar el certamen a nivel nacional.


Se fijó la cita para el medio día, en el atrio del ex convento de Santo Domingo, en Chiapa de Corzo, lugar en el que se improvisaría una pasarela y se verificaría el certamen. Para no perder detalle, llegué antes que arribara la soberana, quien, según me enteré, venía en camino en un vuelo comercial procedente de la Ciudad de México.


Estaba sentado a la orilla de la fuente, cuando flanqueada por Coco Lozano Aramoni y otras damas de compañía, arribó Su Majestad. Coco y yo éramos amigos dese niños y eso me facilitó las presentaciones y otros detalles del protocolo, por lo que de pronto me vi solo con Lupita Jones platicando amenamente mientras un fotógrafo disparaba su cámara para capturar nuestra imagen.


Más alta que el promedio de las mexicanas, la primera Miss Universo nacional, era verdaderamente guapa. Vestía sobria, pero sencillamente y, por más que lo intenté, jamás conseguí descubrir en su rostro las marcas de acné que yo juraba le había visto en la tele.


“Pensé que habría más prensa”, me dijo Lupita, y yo inventé que la empresa había concedido la exclusiva al Cuarto Poder, periódico para el cual yo escribía. Nunca sabré si aquel dato fue cierto o no, pero me funcionó muy bien para darme brillo frente a la reina.


Los ojos de Lupita eran realmente hermosos, y muy pronto entramos en confianza. Llevaba consigo una colección de fotos de las chicas que concursarían esa misma noche, y me las mostró una a una “¿Qué quieres que haga con esto?”, me preguntó, y yo respondí que, en efecto, nuestra caballada estaba muy flaca, pues además de que ninguna pasaba del 1.65 m. de estatura, estaban en tan malas condiciones, que algunas además de ser flacas tenían celulitis en las piernas.


Por la noche fue el concurso y todo hubiera estado muy bien, de no haber sido porque cayó un aguacero torrencial que impidió el desfile en traje de baño. La Jones, ahora sí vestida como una reina, estaba desesperada sin saber qué hacer, hasta que asumió su papel de soberana y decretó que la pasarela se realizara en el salón “De Profundis”, a puerta cerrada, solamente con la presencia del jurado y de la prensa (o sea yo).


No se necesitó mucho tiempo para declarar ganadora a la menos fea, y la Miss Universo mexicana, agradeció públicamente mi presencia como fedatario, lo cual volvió a hacer cuando nos despedimos. Antes de irme le pregunté si era cierto lo que decían los periodistas respecto de su rivalidad con Lilia Cristina Serrano, la chiapaneca que había, quedado en segundo lugar cuando ella había ganado el “Miss México”, y con sorna me respondió: “la verdad es que ni la conocí”.


Correo: santapiedra@gmail.com

Facebook: Julio Domínguez Balboa

Twitter: @hermosoduque

Instagram: @gran_duque_julio



No cualquiera conoce a una reina en persona, por eso me motivé en grado superlativo cuando hace casi 30 años, Conrado De la Cruz Jiménez, mi jefe en ese entonces, me telefoneó para preguntarme si quería entrevistar personalmente a Lupita Jones, la primera mexicana en haber sido coronada “Miss Universo”, y que entonces empezaba a coordinar el certamen a nivel nacional.


Se fijó la cita para el medio día, en el atrio del ex convento de Santo Domingo, en Chiapa de Corzo, lugar en el que se improvisaría una pasarela y se verificaría el certamen. Para no perder detalle, llegué antes que arribara la soberana, quien, según me enteré, venía en camino en un vuelo comercial procedente de la Ciudad de México.


Estaba sentado a la orilla de la fuente, cuando flanqueada por Coco Lozano Aramoni y otras damas de compañía, arribó Su Majestad. Coco y yo éramos amigos dese niños y eso me facilitó las presentaciones y otros detalles del protocolo, por lo que de pronto me vi solo con Lupita Jones platicando amenamente mientras un fotógrafo disparaba su cámara para capturar nuestra imagen.


Más alta que el promedio de las mexicanas, la primera Miss Universo nacional, era verdaderamente guapa. Vestía sobria, pero sencillamente y, por más que lo intenté, jamás conseguí descubrir en su rostro las marcas de acné que yo juraba le había visto en la tele.


“Pensé que habría más prensa”, me dijo Lupita, y yo inventé que la empresa había concedido la exclusiva al Cuarto Poder, periódico para el cual yo escribía. Nunca sabré si aquel dato fue cierto o no, pero me funcionó muy bien para darme brillo frente a la reina.


Los ojos de Lupita eran realmente hermosos, y muy pronto entramos en confianza. Llevaba consigo una colección de fotos de las chicas que concursarían esa misma noche, y me las mostró una a una “¿Qué quieres que haga con esto?”, me preguntó, y yo respondí que, en efecto, nuestra caballada estaba muy flaca, pues además de que ninguna pasaba del 1.65 m. de estatura, estaban en tan malas condiciones, que algunas además de ser flacas tenían celulitis en las piernas.


Por la noche fue el concurso y todo hubiera estado muy bien, de no haber sido porque cayó un aguacero torrencial que impidió el desfile en traje de baño. La Jones, ahora sí vestida como una reina, estaba desesperada sin saber qué hacer, hasta que asumió su papel de soberana y decretó que la pasarela se realizara en el salón “De Profundis”, a puerta cerrada, solamente con la presencia del jurado y de la prensa (o sea yo).


No se necesitó mucho tiempo para declarar ganadora a la menos fea, y la Miss Universo mexicana, agradeció públicamente mi presencia como fedatario, lo cual volvió a hacer cuando nos despedimos. Antes de irme le pregunté si era cierto lo que decían los periodistas respecto de su rivalidad con Lilia Cristina Serrano, la chiapaneca que había, quedado en segundo lugar cuando ella había ganado el “Miss México”, y con sorna me respondió: “la verdad es que ni la conocí”.


Correo: santapiedra@gmail.com

Facebook: Julio Domínguez Balboa

Twitter: @hermosoduque

Instagram: @gran_duque_julio