/ sábado 28 de octubre de 2023

Paradigmas | Preocupación ambiental

Diversos estudios del área de la Psicología, atienden la preocupación ambiental desde cuatro actitudes tipológicas: a) apatía, b) antropocentrismo, c) conectividad, y d) afinidad emocional. La apatía la definen como la carencia de interés de las personas a los problemas ambientales; el antropocentrismo relaciona el valor que se le da a la naturaleza por su aporte a la calidad de vida; la conectividad es el interés que se da a la naturaleza, mientras que la afinidad emocional se entiende como la relación de las emociones con la naturaleza.

Sin embargo, a pesar que la Organización de las Naciones Unidas ha manifestado, categóricamente, que actualmente vivimos en todo el planeta una “CRISIS AMBIENTAL PLANETARIA”, integrada por una crisis climática (de calentamiento global pasamos a ebullición global), crisis de biodiversidad y crisis de contaminación, la preocupación ambiental resulta alarmantemente insignificativa.

En el contexto de la contingente preocupación ambiental que se vive, resultan de capital relevancia analizar las cuatro actitudes tipológicas para entender el comportamiento de mínima preocupación y atención, que sociedad en general (familias, maestros, trabajadores, académicos, organizaciones no gubernamentales entre otros) y gobierno (los tres poderes de la Unión, y de los tres niveles del Ejecutivo) tienen.

En Chiapas, pero particularmente en Tapachula, a pesar de contar con seis entidades con competencia ambiental, SEMARNAT y PROFEPA a nivel federal; SEMAHN, Fiscalía Ambiental y Procuraduría Ambiental a nivel estatal y una Dirección de Ecología a nivel municipal, y a pesar de la información científica con la que ya se cuenta, es cierto afirmar que la apatía se cierne como la principal actitud tipológica ya que, no obstante conocer de varias denuncias ambientales realizadas ante las autoridades antes mencionadas, es cierto afirmar que la destrucción de los espacios que deberían ser de conservación (áreas naturales protegidas) siguen reduciendo su superficie, sin que autoridad alguna logre detener el avance de las invasiones. Situación similar, de la mayor preocupación, se tiene en cuanto a la pérdida de biodiversidad y el incremento de la contaminación en Chiapas y Tapachula. También resulta cierto destacar que, a pesar de ser temas del mayor interés ciudadano, lo cierto es que no se ha visto, ni se vislumbra, algún movimiento ciudadano que active a todos a trabajar por la conservación de la biodiversidad y la acción climática, a pesar que hablamos de nuestro futuro y el de nuestros descendientes. La apatía en todo su esplendor.

Si bien la inmensa mayoría de políticos, funcionarios y ciudadanos frecuentemente hablamos y manifestamos emociones afines y empáticas (afinidad emocional) hacia la naturaleza, lo real y crudamente cierto es que, sin duda alguna, le estamos dando, alarmantemente de forma errónea, un extremadamente bajo valor e interés a la naturaleza en el contexto de nuestra actual y futura calidad de vida (antropocentrismo y conectividad), lo que no sólo pone en el centro de preocupación y atención a la biodiversidad y la acción climática, también a la calidad de vida de las presentes y futuras generaciones, y sin exagerar, incluso su supervivencia.

Diversos estudios del área de la Psicología, atienden la preocupación ambiental desde cuatro actitudes tipológicas: a) apatía, b) antropocentrismo, c) conectividad, y d) afinidad emocional. La apatía la definen como la carencia de interés de las personas a los problemas ambientales; el antropocentrismo relaciona el valor que se le da a la naturaleza por su aporte a la calidad de vida; la conectividad es el interés que se da a la naturaleza, mientras que la afinidad emocional se entiende como la relación de las emociones con la naturaleza.

Sin embargo, a pesar que la Organización de las Naciones Unidas ha manifestado, categóricamente, que actualmente vivimos en todo el planeta una “CRISIS AMBIENTAL PLANETARIA”, integrada por una crisis climática (de calentamiento global pasamos a ebullición global), crisis de biodiversidad y crisis de contaminación, la preocupación ambiental resulta alarmantemente insignificativa.

En el contexto de la contingente preocupación ambiental que se vive, resultan de capital relevancia analizar las cuatro actitudes tipológicas para entender el comportamiento de mínima preocupación y atención, que sociedad en general (familias, maestros, trabajadores, académicos, organizaciones no gubernamentales entre otros) y gobierno (los tres poderes de la Unión, y de los tres niveles del Ejecutivo) tienen.

En Chiapas, pero particularmente en Tapachula, a pesar de contar con seis entidades con competencia ambiental, SEMARNAT y PROFEPA a nivel federal; SEMAHN, Fiscalía Ambiental y Procuraduría Ambiental a nivel estatal y una Dirección de Ecología a nivel municipal, y a pesar de la información científica con la que ya se cuenta, es cierto afirmar que la apatía se cierne como la principal actitud tipológica ya que, no obstante conocer de varias denuncias ambientales realizadas ante las autoridades antes mencionadas, es cierto afirmar que la destrucción de los espacios que deberían ser de conservación (áreas naturales protegidas) siguen reduciendo su superficie, sin que autoridad alguna logre detener el avance de las invasiones. Situación similar, de la mayor preocupación, se tiene en cuanto a la pérdida de biodiversidad y el incremento de la contaminación en Chiapas y Tapachula. También resulta cierto destacar que, a pesar de ser temas del mayor interés ciudadano, lo cierto es que no se ha visto, ni se vislumbra, algún movimiento ciudadano que active a todos a trabajar por la conservación de la biodiversidad y la acción climática, a pesar que hablamos de nuestro futuro y el de nuestros descendientes. La apatía en todo su esplendor.

Si bien la inmensa mayoría de políticos, funcionarios y ciudadanos frecuentemente hablamos y manifestamos emociones afines y empáticas (afinidad emocional) hacia la naturaleza, lo real y crudamente cierto es que, sin duda alguna, le estamos dando, alarmantemente de forma errónea, un extremadamente bajo valor e interés a la naturaleza en el contexto de nuestra actual y futura calidad de vida (antropocentrismo y conectividad), lo que no sólo pone en el centro de preocupación y atención a la biodiversidad y la acción climática, también a la calidad de vida de las presentes y futuras generaciones, y sin exagerar, incluso su supervivencia.